Tenlo en cuenta al responder.
—Ha sido difícil para todos nosotros, Tony, por eso es que necesitamos estar...
—¿Juntos?—Tony bufó, interrumpiendo la frase de la rubia con un toque irónico que la hizo callarse al instante—. He vivido lo suficiente como para saber que no necesito clases de moralidad de una paleta descongelada de cien años—él se puso de pie, puntualizando en el tono tajante al hablar.
Dio un par de pasos hacia ella, tambaleándose mientras arrancaba la vía intravenosa que Banner le había colocado en el antebrazo un rato antes.
—Mucho menos cuando esa eres tú, Rogers.
Una corriente de incomodidad atravesó a Stephanie desde los pies a la cabeza, dejándola inmovilizada, clavada al lugar en el que estaba parada. Sus pupilas viajaron a través de toda la habitación, sobre los rostros de todos sus compañeros que prestaban atención a la discusión, a Pepper que lucía igual de incómoda que ella pero permanecía a una distancia prudente, protegida tras Rhodes. El enojo podía verse en los ojos castaños de Tony, en la expresión tensa sobre sus facciones cansadas.
Inhaló con fuerza, sabiendo que cualquier palabra que dijera provocaría que el hombre explotara. Había imaginado cientos de veces cómo sería la reacción de sus pares al revelar la relación que mantenían, las promesas que se habían hecho; lo había imaginado incluso después de que se separaran, cuando ella se volvió una fugitiva para la nación por la que se había sacrificado. Nada se parecía a ese panorama, pero allí estaban, a tan solo un gesto de que todo saliera a la luz.
—¿No tienes nada para decirme, uhm?—la rubia lo miró a los ojos, conmocionada, sofocada por la cercanía del hombre. Tony arqueó una ceja, burlesco.
—Sé que estás enojado—tragó saliva; la voz le sonaba rasposa—. Pero este no es 𝘦𝘴𝘦 momento. Necesito...
—Yo te necesitaba a ti. Te necesitaba a mi lado hace dos años—su murmullo fue desgarrador, cargado de rencor y tristeza—. Rompiste el equipo. Me abandonaste. Ibas a casarte conmigo mientras me engañabas.
—Yo no...
—¡No me refiero a que te acostaras con él! —gritó, y la sujetó de los hombros, empujándola contra la pared.
Rhodes dio un paso al frente, pero se detuvo al ver la mano de Stephanie alzarse para frenarlo.
—Incluso eso lo habría preferido —continuó Tony—. Hubiera preferido que te acostaras con Barnes antes que ocultarme lo que él le hizo a mis padres.
» No me importa lo que necesites —sus ojos brillaban con lágrimas que no terminaban de caer—. Porque yo no tengo nada para ti. No tengo coordenadas, ni tácticas, ni planes. Ni confianza en ti, mentirosa.
Apenas terminó de hablar, retrocedió dos pasos, jadeando como si el aire lo abandonara. Las manos que antes la sujetaban se deslizaron y cayeron. Stephanie estiró los brazos para sostenerlo, pero él apenas reaccionó; le dio un manotazo débil antes de desvanecerse.
Ella lo atrapó por las axilas antes de que tocara el suelo. No dijo nada. No se movió.
Pepper se acercó junto con Rhodes para ayudar a trasladarlo. Bruce los siguió. Y entonces Stephanie sintió la mirada de Pepper, un reproche silencioso clavándose en su conciencia.
Se quedó allí, congelada contra la pared. Las lágrimas se acumularon en sus ojos azules. Todo su cuerpo se aflojó, como si el dolor en su pecho hubiera vencido cada músculo. La culpa con la que creía saber vivir creció de golpe, expandiéndose con una fuerza brutal. Los recuerdos ardieron en su memoria, regresando como llamas: todos los "¿y si...?" que se había preguntado mil veces, regresando a devorarla.
Quiso ignorar todo. Solo una cosa más en esa realidad insoportable. Y entonces corrió. Sin rumbo, sin detenerse, hasta que la noche se desvaneció y el amanecer volvió.
Solo cuando sintió el agotamiento, regresó a su habitación. Los músculos le dolían, el cuerpo sudado le pesaba. Se dejó caer sobre la alfombra... y durmió.
En su sueño, los ojos de Tony la perseguían, cargados de traición. Y junto a ellos, el vacío. El recuerdo de Bucky desintegrándose frente a sus ojos. Y ella, una vez más, sin poder hacer nada.
—¿Juntos?—Tony bufó, interrumpiendo la frase de la rubia con un toque irónico que la hizo callarse al instante—. He vivido lo suficiente como para saber que no necesito clases de moralidad de una paleta descongelada de cien años—él se puso de pie, puntualizando en el tono tajante al hablar.
Dio un par de pasos hacia ella, tambaleándose mientras arrancaba la vía intravenosa que Banner le había colocado en el antebrazo un rato antes.
—Mucho menos cuando esa eres tú, Rogers.
Una corriente de incomodidad atravesó a Stephanie desde los pies a la cabeza, dejándola inmovilizada, clavada al lugar en el que estaba parada. Sus pupilas viajaron a través de toda la habitación, sobre los rostros de todos sus compañeros que prestaban atención a la discusión, a Pepper que lucía igual de incómoda que ella pero permanecía a una distancia prudente, protegida tras Rhodes. El enojo podía verse en los ojos castaños de Tony, en la expresión tensa sobre sus facciones cansadas.
Inhaló con fuerza, sabiendo que cualquier palabra que dijera provocaría que el hombre explotara. Había imaginado cientos de veces cómo sería la reacción de sus pares al revelar la relación que mantenían, las promesas que se habían hecho; lo había imaginado incluso después de que se separaran, cuando ella se volvió una fugitiva para la nación por la que se había sacrificado. Nada se parecía a ese panorama, pero allí estaban, a tan solo un gesto de que todo saliera a la luz.
—¿No tienes nada para decirme, uhm?—la rubia lo miró a los ojos, conmocionada, sofocada por la cercanía del hombre. Tony arqueó una ceja, burlesco.
—Sé que estás enojado—tragó saliva; la voz le sonaba rasposa—. Pero este no es 𝘦𝘴𝘦 momento. Necesito...
—Yo te necesitaba a ti. Te necesitaba a mi lado hace dos años—su murmullo fue desgarrador, cargado de rencor y tristeza—. Rompiste el equipo. Me abandonaste. Ibas a casarte conmigo mientras me engañabas.
—Yo no...
—¡No me refiero a que te acostaras con él! —gritó, y la sujetó de los hombros, empujándola contra la pared.
Rhodes dio un paso al frente, pero se detuvo al ver la mano de Stephanie alzarse para frenarlo.
—Incluso eso lo habría preferido —continuó Tony—. Hubiera preferido que te acostaras con Barnes antes que ocultarme lo que él le hizo a mis padres.
» No me importa lo que necesites —sus ojos brillaban con lágrimas que no terminaban de caer—. Porque yo no tengo nada para ti. No tengo coordenadas, ni tácticas, ni planes. Ni confianza en ti, mentirosa.
Apenas terminó de hablar, retrocedió dos pasos, jadeando como si el aire lo abandonara. Las manos que antes la sujetaban se deslizaron y cayeron. Stephanie estiró los brazos para sostenerlo, pero él apenas reaccionó; le dio un manotazo débil antes de desvanecerse.
Ella lo atrapó por las axilas antes de que tocara el suelo. No dijo nada. No se movió.
Pepper se acercó junto con Rhodes para ayudar a trasladarlo. Bruce los siguió. Y entonces Stephanie sintió la mirada de Pepper, un reproche silencioso clavándose en su conciencia.
Se quedó allí, congelada contra la pared. Las lágrimas se acumularon en sus ojos azules. Todo su cuerpo se aflojó, como si el dolor en su pecho hubiera vencido cada músculo. La culpa con la que creía saber vivir creció de golpe, expandiéndose con una fuerza brutal. Los recuerdos ardieron en su memoria, regresando como llamas: todos los "¿y si...?" que se había preguntado mil veces, regresando a devorarla.
Quiso ignorar todo. Solo una cosa más en esa realidad insoportable. Y entonces corrió. Sin rumbo, sin detenerse, hasta que la noche se desvaneció y el amanecer volvió.
Solo cuando sintió el agotamiento, regresó a su habitación. Los músculos le dolían, el cuerpo sudado le pesaba. Se dejó caer sobre la alfombra... y durmió.
En su sueño, los ojos de Tony la perseguían, cargados de traición. Y junto a ellos, el vacío. El recuerdo de Bucky desintegrándose frente a sus ojos. Y ella, una vez más, sin poder hacer nada.
—Ha sido difícil para todos nosotros, Tony, por eso es que necesitamos estar...
—¿Juntos?—Tony bufó, interrumpiendo la frase de la rubia con un toque irónico que la hizo callarse al instante—. He vivido lo suficiente como para saber que no necesito clases de moralidad de una paleta descongelada de cien años—él se puso de pie, puntualizando en el tono tajante al hablar.
Dio un par de pasos hacia ella, tambaleándose mientras arrancaba la vía intravenosa que Banner le había colocado en el antebrazo un rato antes.
—Mucho menos cuando esa eres tú, Rogers.
Una corriente de incomodidad atravesó a Stephanie desde los pies a la cabeza, dejándola inmovilizada, clavada al lugar en el que estaba parada. Sus pupilas viajaron a través de toda la habitación, sobre los rostros de todos sus compañeros que prestaban atención a la discusión, a Pepper que lucía igual de incómoda que ella pero permanecía a una distancia prudente, protegida tras Rhodes. El enojo podía verse en los ojos castaños de Tony, en la expresión tensa sobre sus facciones cansadas.
Inhaló con fuerza, sabiendo que cualquier palabra que dijera provocaría que el hombre explotara. Había imaginado cientos de veces cómo sería la reacción de sus pares al revelar la relación que mantenían, las promesas que se habían hecho; lo había imaginado incluso después de que se separaran, cuando ella se volvió una fugitiva para la nación por la que se había sacrificado. Nada se parecía a ese panorama, pero allí estaban, a tan solo un gesto de que todo saliera a la luz.
—¿No tienes nada para decirme, uhm?—la rubia lo miró a los ojos, conmocionada, sofocada por la cercanía del hombre. Tony arqueó una ceja, burlesco.
—Sé que estás enojado—tragó saliva; la voz le sonaba rasposa—. Pero este no es 𝘦𝘴𝘦 momento. Necesito...
—Yo te necesitaba a ti. Te necesitaba a mi lado hace dos años—su murmullo fue desgarrador, cargado de rencor y tristeza—. Rompiste el equipo. Me abandonaste. Ibas a casarte conmigo mientras me engañabas.
—Yo no...
—¡No me refiero a que te acostaras con él! —gritó, y la sujetó de los hombros, empujándola contra la pared.
Rhodes dio un paso al frente, pero se detuvo al ver la mano de Stephanie alzarse para frenarlo.
—Incluso eso lo habría preferido —continuó Tony—. Hubiera preferido que te acostaras con Barnes antes que ocultarme lo que él le hizo a mis padres.
» No me importa lo que necesites —sus ojos brillaban con lágrimas que no terminaban de caer—. Porque yo no tengo nada para ti. No tengo coordenadas, ni tácticas, ni planes. Ni confianza en ti, mentirosa.
Apenas terminó de hablar, retrocedió dos pasos, jadeando como si el aire lo abandonara. Las manos que antes la sujetaban se deslizaron y cayeron. Stephanie estiró los brazos para sostenerlo, pero él apenas reaccionó; le dio un manotazo débil antes de desvanecerse.
Ella lo atrapó por las axilas antes de que tocara el suelo. No dijo nada. No se movió.
Pepper se acercó junto con Rhodes para ayudar a trasladarlo. Bruce los siguió. Y entonces Stephanie sintió la mirada de Pepper, un reproche silencioso clavándose en su conciencia.
Se quedó allí, congelada contra la pared. Las lágrimas se acumularon en sus ojos azules. Todo su cuerpo se aflojó, como si el dolor en su pecho hubiera vencido cada músculo. La culpa con la que creía saber vivir creció de golpe, expandiéndose con una fuerza brutal. Los recuerdos ardieron en su memoria, regresando como llamas: todos los "¿y si...?" que se había preguntado mil veces, regresando a devorarla.
Quiso ignorar todo. Solo una cosa más en esa realidad insoportable. Y entonces corrió. Sin rumbo, sin detenerse, hasta que la noche se desvaneció y el amanecer volvió.
Solo cuando sintió el agotamiento, regresó a su habitación. Los músculos le dolían, el cuerpo sudado le pesaba. Se dejó caer sobre la alfombra... y durmió.
En su sueño, los ojos de Tony la perseguían, cargados de traición. Y junto a ellos, el vacío. El recuerdo de Bucky desintegrándose frente a sus ojos. Y ella, una vez más, sin poder hacer nada.

