Lía estaba sentada sola, en una mesa para dos junto a una estantería de vinos. Su copa reposaba frente a ella, intacta desde hace varios minutos. La observaba como si fuera un espejo, como si en el líquido transparente pudiera encontrar las respuestas que llevaba semanas esquivando.
No había necesidad de correr, no tenía prisa. Pero tampoco se sentía en paz.
La verdad era que últimamente sentía que todo se había desacelerado… y no necesariamente en el buen sentido. Como si el mundo hubiera dejado de empujarla hacia adelante, y ahora le tocara decidir hacia dónde moverse. Por primera vez en mucho tiempo, no había un enemigo claro, ni una amenaza concreta. Solo decisiones. Solo vida.
¿Esto era lo que se suponía que debía querer? ¿Estabilidad? ¿Silencio? ¿Ese tipo de paz?
Pasó la yema del dedo por el borde de la copa, dejando que el cristal vibrara con un leve zumbido. Pensó en las versiones de sí misma que había dejado atrás. La que corría. La que hería primero. La que no esperaba nada de nadie.
Y ahora… aquí estaba. Esperando. Por alguien. Por algo. Tal vez solo por una señal de que seguía caminando hacia alguna parte.
El camarero pasó junto a ella y le ofreció una sonrisa discreta.
—¿Está esperando a alguien?
Lía lo miró por un segundo y luego bajó la vista a la copa. Una pequeña sonrisa, apenas un gesto, se dibujó en sus labios.
—Tal vez.
El camarero asintió y se alejó sin insistir.
La silla frente a ella seguía vacía, pero no lo estaría por mucho. Ella lo sabía, estaba lista, porque por fin, después de todo, se permitía elegir quedarse. Incluso un pequeño cosquilleo se posó sobre su estomago, de solo pensar quién se podría sentar en esa silla.
No había necesidad de correr, no tenía prisa. Pero tampoco se sentía en paz.
La verdad era que últimamente sentía que todo se había desacelerado… y no necesariamente en el buen sentido. Como si el mundo hubiera dejado de empujarla hacia adelante, y ahora le tocara decidir hacia dónde moverse. Por primera vez en mucho tiempo, no había un enemigo claro, ni una amenaza concreta. Solo decisiones. Solo vida.
¿Esto era lo que se suponía que debía querer? ¿Estabilidad? ¿Silencio? ¿Ese tipo de paz?
Pasó la yema del dedo por el borde de la copa, dejando que el cristal vibrara con un leve zumbido. Pensó en las versiones de sí misma que había dejado atrás. La que corría. La que hería primero. La que no esperaba nada de nadie.
Y ahora… aquí estaba. Esperando. Por alguien. Por algo. Tal vez solo por una señal de que seguía caminando hacia alguna parte.
El camarero pasó junto a ella y le ofreció una sonrisa discreta.
—¿Está esperando a alguien?
Lía lo miró por un segundo y luego bajó la vista a la copa. Una pequeña sonrisa, apenas un gesto, se dibujó en sus labios.
—Tal vez.
El camarero asintió y se alejó sin insistir.
La silla frente a ella seguía vacía, pero no lo estaría por mucho. Ella lo sabía, estaba lista, porque por fin, después de todo, se permitía elegir quedarse. Incluso un pequeño cosquilleo se posó sobre su estomago, de solo pensar quién se podría sentar en esa silla.
Lía estaba sentada sola, en una mesa para dos junto a una estantería de vinos. Su copa reposaba frente a ella, intacta desde hace varios minutos. La observaba como si fuera un espejo, como si en el líquido transparente pudiera encontrar las respuestas que llevaba semanas esquivando.
No había necesidad de correr, no tenía prisa. Pero tampoco se sentía en paz.
La verdad era que últimamente sentía que todo se había desacelerado… y no necesariamente en el buen sentido. Como si el mundo hubiera dejado de empujarla hacia adelante, y ahora le tocara decidir hacia dónde moverse. Por primera vez en mucho tiempo, no había un enemigo claro, ni una amenaza concreta. Solo decisiones. Solo vida.
¿Esto era lo que se suponía que debía querer? ¿Estabilidad? ¿Silencio? ¿Ese tipo de paz?
Pasó la yema del dedo por el borde de la copa, dejando que el cristal vibrara con un leve zumbido. Pensó en las versiones de sí misma que había dejado atrás. La que corría. La que hería primero. La que no esperaba nada de nadie.
Y ahora… aquí estaba. Esperando. Por alguien. Por algo. Tal vez solo por una señal de que seguía caminando hacia alguna parte.
El camarero pasó junto a ella y le ofreció una sonrisa discreta.
—¿Está esperando a alguien?
Lía lo miró por un segundo y luego bajó la vista a la copa. Una pequeña sonrisa, apenas un gesto, se dibujó en sus labios.
—Tal vez.
El camarero asintió y se alejó sin insistir.
La silla frente a ella seguía vacía, pero no lo estaría por mucho. Ella lo sabía, estaba lista, porque por fin, después de todo, se permitía elegir quedarse. Incluso un pequeño cosquilleo se posó sobre su estomago, de solo pensar quién se podría sentar en esa silla.

