El aire estaba espeso esa tarde, cargado de humedad, de presagio. Anthork lo sintió en la piel, en el lomo cuando su forma lupina aún se deslizaba entre los árboles, y también en los latidos irregulares que provenían de Anna, que temblaba a unos metros de él, su respiración errática, su piel caliente, su pulso desbocado.

La transformación se avecinaba.

Él la miró, el ceño fruncido, los sentidos alertas. No debió sacarla tan lejos del territorio, no en ese estado, no cuando la luna aún sin mostrarse ya le arrancaba a su loba desde las entrañas.

Pero entonces, los sintió.

Una risa femenina, una carcajada masculina, el sonido húmedo de dos cuerpos rozándose contra un tronco caído. Humanos. Anticipó el problema antes de verlo, pero no lo suficientemente rápido.

Los vio al girar el paso, la ropa desparramada, la tienda de campaña mal cerrada. Él era delgado, rostro engreído, una cerveza en la mano. Ella, rubia, labios pintados, los ojos brillando de lujuria. Ambos se detuvieron al verlos, y en vez de gritar o huir, sonrieron.

—Joder… ¿eso es un disfraz? —dijo el tipo, dando un paso hacia Anthork—. Dios, qué buen montaje, ¿estáis jugando al rol en el bosque de Caperucita?

La mujer se relamió los labios, con la mirada pegada a Anna, que temblaba, encorvada, sudorosa, los ojos cambiando poco a poco.

—¿Sois pareja? —preguntó, mordiendo su dedo con picardía—. Si queréis… podemos intercambiar, esos ojos plateados.. me atraen.

El silencio fue brutal. Anthork no respondió, pero sus ojos se entornaron, su mandíbula se tensó. Anna se encogió levemente, su respiración se quebró… y entonces todo explotó.

El sonido fue seco, el crujido de huesos deformándose, un grito gutural, desgarrado, y de pronto su cuerpo se rompió en dos, se alzó una bestia blanca, violenta, con los ojos encendidos, las garras expuestas. El miedo apareció por fin en los rostros de la pareja, demasiado tarde.

Anna se lanzó y el Alpha no se inmutó.

La loba no dudó ni un segundo. Cayó sobre el pecho del tipo primero, arrancando carne y hueso con la misma furia con la que había contenido su alma durante semanas. La mujer gritó, pero no logró huir, sus piernas tropezaron con una piedra y en un parpadeo, su cuello fue atrapado, sus alaridos se apagaron bajo la presión de unas fauces que no conocían misericordia.

Anthork no se movió, reconocía que aquello estaba mal, pero joder, le puso cachondo ver a su inocente loba desgarrar de ese modo a los turistas.

Solo cuando el suelo quedó cubierto de sangre, cuando el bosque volvió a silenciarse, cuando los cuerpos dejaron de temblar, entonces sí, se acercó. Anna jadeaba, la piel aún vibrante de la transformación, el hocico goteando, sus ojos… sus ojos ya no eran del todo suyos.

Verla así lo supo, ella sería su hembra, su mujer, más que una Omega, será la esposa del Alpha.

Él se inclinó frente a ella, imponente, volviendo a su forma humana obligándola a ella también, tenía ese don al ser Alpha. Le gruñó bajo, ronco, profundo, reclamándola, arrastrándola de vuelta con la voz.

—Mírame —ordenó—. Eres mía, tu furia, tu hambre, todo eso… me pertenece. Pero yo decido cuándo y dónde se desata.

Ella temblaba, pero ya no por debilidad. La bestia, por primera vez, lo escuchó.

— Por hoy eres libre, puedes desatar esa furia, esa ira contenida, es tu primera transformación y sé muy bien como te sient...

No le dejó terminar, ella empapada en sangre lo besó con lujuria, con deseo, con rabia, con una irá que le destrozó por dentro. El gruñó saboreando esa sangre de sus labios y se perdió junto ella haciéndolo como dos animales salvajes cargados de lujuria empapados en sangre.

#Comunidad3D
#SeductiveSunday
#3D
#Lobitos
El aire estaba espeso esa tarde, cargado de humedad, de presagio. Anthork lo sintió en la piel, en el lomo cuando su forma lupina aún se deslizaba entre los árboles, y también en los latidos irregulares que provenían de Anna, que temblaba a unos metros de él, su respiración errática, su piel caliente, su pulso desbocado. La transformación se avecinaba. Él la miró, el ceño fruncido, los sentidos alertas. No debió sacarla tan lejos del territorio, no en ese estado, no cuando la luna aún sin mostrarse ya le arrancaba a su loba desde las entrañas. Pero entonces, los sintió. Una risa femenina, una carcajada masculina, el sonido húmedo de dos cuerpos rozándose contra un tronco caído. Humanos. Anticipó el problema antes de verlo, pero no lo suficientemente rápido. Los vio al girar el paso, la ropa desparramada, la tienda de campaña mal cerrada. Él era delgado, rostro engreído, una cerveza en la mano. Ella, rubia, labios pintados, los ojos brillando de lujuria. Ambos se detuvieron al verlos, y en vez de gritar o huir, sonrieron. —Joder… ¿eso es un disfraz? —dijo el tipo, dando un paso hacia Anthork—. Dios, qué buen montaje, ¿estáis jugando al rol en el bosque de Caperucita? La mujer se relamió los labios, con la mirada pegada a Anna, que temblaba, encorvada, sudorosa, los ojos cambiando poco a poco. —¿Sois pareja? —preguntó, mordiendo su dedo con picardía—. Si queréis… podemos intercambiar, esos ojos plateados.. me atraen. El silencio fue brutal. Anthork no respondió, pero sus ojos se entornaron, su mandíbula se tensó. Anna se encogió levemente, su respiración se quebró… y entonces todo explotó. El sonido fue seco, el crujido de huesos deformándose, un grito gutural, desgarrado, y de pronto su cuerpo se rompió en dos, se alzó una bestia blanca, violenta, con los ojos encendidos, las garras expuestas. El miedo apareció por fin en los rostros de la pareja, demasiado tarde. Anna se lanzó y el Alpha no se inmutó. La loba no dudó ni un segundo. Cayó sobre el pecho del tipo primero, arrancando carne y hueso con la misma furia con la que había contenido su alma durante semanas. La mujer gritó, pero no logró huir, sus piernas tropezaron con una piedra y en un parpadeo, su cuello fue atrapado, sus alaridos se apagaron bajo la presión de unas fauces que no conocían misericordia. Anthork no se movió, reconocía que aquello estaba mal, pero joder, le puso cachondo ver a su inocente loba desgarrar de ese modo a los turistas. Solo cuando el suelo quedó cubierto de sangre, cuando el bosque volvió a silenciarse, cuando los cuerpos dejaron de temblar, entonces sí, se acercó. Anna jadeaba, la piel aún vibrante de la transformación, el hocico goteando, sus ojos… sus ojos ya no eran del todo suyos. Verla así lo supo, ella sería su hembra, su mujer, más que una Omega, será la esposa del Alpha. Él se inclinó frente a ella, imponente, volviendo a su forma humana obligándola a ella también, tenía ese don al ser Alpha. Le gruñó bajo, ronco, profundo, reclamándola, arrastrándola de vuelta con la voz. —Mírame —ordenó—. Eres mía, tu furia, tu hambre, todo eso… me pertenece. Pero yo decido cuándo y dónde se desata. Ella temblaba, pero ya no por debilidad. La bestia, por primera vez, lo escuchó. — Por hoy eres libre, puedes desatar esa furia, esa ira contenida, es tu primera transformación y sé muy bien como te sient... No le dejó terminar, ella empapada en sangre lo besó con lujuria, con deseo, con rabia, con una irá que le destrozó por dentro. El gruñó saboreando esa sangre de sus labios y se perdió junto ella haciéndolo como dos animales salvajes cargados de lujuria empapados en sangre. #Comunidad3D #SeductiveSunday #3D #Lobitos
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