El planeta Gardan, ubicado fuera de los límites de la galaxia conocida, se convirtió en un punto estratégico de interés para el Imperio Viltrumita. Durante meses fue objeto de estudio: su clima, su estructura social, sus recursos. Finalmente, había llegado la hora de integrarlo al dominio imperial. A pesar de ser una civilización tecnológicamente avanzada —casi al nivel de los humanos de la Tierra—, los habitantes del planeta vivían sumidos en conflictos sin sentido. Guerras territoriales, rivalidades ancestrales, ambiciones desmedidas. Los líderes deseaban el poder y los recursos únicamente para ellos, mientras los más débiles caían en el fuego cruzado o eran devorados por criaturas colosales de un solo ojo, bestias de más de dos metros diseñadas para erradicar poblaciones enteras y allanar el terreno para sus amos.

Mark, enviado directo desde la Tierra en la nave Viltrumita, descendió sobre aquel mundo con un mensaje claro: redención o aniquilación. Se reunió con los líderes de las naciones dominantes en una sala de conferencias de proporciones monumentales. Ya todos sentados en una gran mesa redonda en lo que parecía ser una gran mesa redonda, el debate había comenzado.

Las criaturas, de aspecto delgado, piel cerúlea y un solo ojo centelleante en medio del rostro, lo escucharon con atención. Medían poco más de metro y medio, y aunque frágiles a la vista, demostraban inteligencia y estrategia. Mark les ofreció una oportunidad: acceso a tecnología Viltrumita, el fin de los conflictos, erradicación de la hambruna y defensa garantizada frente a amenazas estelares. Al principio, la conversación fue cordial.
Pero como él sospechaba, la desconfianza brotó rápidamente.

—Si aceptamos unirnos al Imperio —dijo uno de los líderes— no seremos más que ganado. Esclavos bajo otro nombre.

Todos los presentes se pusieron de pie al instante, derribando sus sillas con brusquedad. Sin dudarlo, sacaron sus armas: rifles térmicos de última generación, capaces de desintegrar materia orgánica en segundos. Dispararon.
La lluvia de energía golpeó a Mark con violencia. Cualquier otro habría muerto en el acto. Pero los rayos solo rebotaban inofensivos en su cuerpo, como si lo rodeara una capa invisible de acero. Cuando se dieron cuenta de que sus armas eran inútiles, el fuego cesó. Mark suspiró con un dejo de tristeza.

—¿Saben...? Lo presentí desde que llegué. No estoy molesto... solo me decepciona que este planeta tenga que ser destruido.

Sin previo aviso, se lanzó al frente. En una fracción de segundo, se encontraba frente al líder más poderoso. Lo tomó del cuello y, con una sola mano, le arrancó la cabeza de un apretón seco. La sangre brotó como una fuente, bañando la mesa de negociación.

—Pudo ser mejor para ustedes. Solo tenían que aceptar... puta madre.

Lo que siguió fue una masacre. Mark acabó con todos los presentes en cuestión de segundos, usando solo sus manos. No le costó nada. Eran criaturas frágiles, sin preparación para enfrentar el verdadero poder de un viltrumita. Al finalizar la ejecución, Mark contactó con el comando imperial.

—Negociación fallida. Los Gardianos no están dispuestos a cooperar. —Comentó con serenidad el Viltrumita, La respuesta del general Kregg fue inmediata.

—"Procede con la eliminación global. Que no quede rastro".

Mark no pidió más explicaciones. En el transcurso de una semana, él solo desató el fin de toda una civilización. Redujo a cenizas las fuerzas armadas, arrasó ciudades, quemó aldeas. Cada rincón del planeta fue testigo del poder que pretendieron desafiar. Cuando la misión concluyó, Gardan no era más que una tumba sin nombre: edificios calcinados, cuerpos sin enterrar esparcidos por las calles y un silencio que helaba los huesos. El soldado Viltrumita solo se detuvo ha observar desde los cielos todo lo que había causado. En cuestión de segundos volvió a contactar con la base Viltrumita.

—Misión cumplida. Me hubiera tomado menos tiempo, pero los ogros mostraron más resistencia y poder que los Gardianos promedio. Regresaré a la nave, Mark fuera.

Tomó un breve impulso flexionando las piernas, acto seguido salió disparado en línea recta hacía el cielo del planeta. Antes de salir de la atmosfera contuvo la respiración y en cuestión de segundos ya se encontraba en la exosfera del planeta, dejando atrás lo que una vez fue un intento de forma de vida alienígena avanzada e inteligente.


El planeta Gardan, ubicado fuera de los límites de la galaxia conocida, se convirtió en un punto estratégico de interés para el Imperio Viltrumita. Durante meses fue objeto de estudio: su clima, su estructura social, sus recursos. Finalmente, había llegado la hora de integrarlo al dominio imperial. A pesar de ser una civilización tecnológicamente avanzada —casi al nivel de los humanos de la Tierra—, los habitantes del planeta vivían sumidos en conflictos sin sentido. Guerras territoriales, rivalidades ancestrales, ambiciones desmedidas. Los líderes deseaban el poder y los recursos únicamente para ellos, mientras los más débiles caían en el fuego cruzado o eran devorados por criaturas colosales de un solo ojo, bestias de más de dos metros diseñadas para erradicar poblaciones enteras y allanar el terreno para sus amos. Mark, enviado directo desde la Tierra en la nave Viltrumita, descendió sobre aquel mundo con un mensaje claro: redención o aniquilación. Se reunió con los líderes de las naciones dominantes en una sala de conferencias de proporciones monumentales. Ya todos sentados en una gran mesa redonda en lo que parecía ser una gran mesa redonda, el debate había comenzado. Las criaturas, de aspecto delgado, piel cerúlea y un solo ojo centelleante en medio del rostro, lo escucharon con atención. Medían poco más de metro y medio, y aunque frágiles a la vista, demostraban inteligencia y estrategia. Mark les ofreció una oportunidad: acceso a tecnología Viltrumita, el fin de los conflictos, erradicación de la hambruna y defensa garantizada frente a amenazas estelares. Al principio, la conversación fue cordial. Pero como él sospechaba, la desconfianza brotó rápidamente. —Si aceptamos unirnos al Imperio —dijo uno de los líderes— no seremos más que ganado. Esclavos bajo otro nombre. Todos los presentes se pusieron de pie al instante, derribando sus sillas con brusquedad. Sin dudarlo, sacaron sus armas: rifles térmicos de última generación, capaces de desintegrar materia orgánica en segundos. Dispararon. La lluvia de energía golpeó a Mark con violencia. Cualquier otro habría muerto en el acto. Pero los rayos solo rebotaban inofensivos en su cuerpo, como si lo rodeara una capa invisible de acero. Cuando se dieron cuenta de que sus armas eran inútiles, el fuego cesó. Mark suspiró con un dejo de tristeza. —¿Saben...? Lo presentí desde que llegué. No estoy molesto... solo me decepciona que este planeta tenga que ser destruido. Sin previo aviso, se lanzó al frente. En una fracción de segundo, se encontraba frente al líder más poderoso. Lo tomó del cuello y, con una sola mano, le arrancó la cabeza de un apretón seco. La sangre brotó como una fuente, bañando la mesa de negociación. —Pudo ser mejor para ustedes. Solo tenían que aceptar... puta madre. Lo que siguió fue una masacre. Mark acabó con todos los presentes en cuestión de segundos, usando solo sus manos. No le costó nada. Eran criaturas frágiles, sin preparación para enfrentar el verdadero poder de un viltrumita. Al finalizar la ejecución, Mark contactó con el comando imperial. —Negociación fallida. Los Gardianos no están dispuestos a cooperar. —Comentó con serenidad el Viltrumita, La respuesta del general Kregg fue inmediata. —"Procede con la eliminación global. Que no quede rastro". Mark no pidió más explicaciones. En el transcurso de una semana, él solo desató el fin de toda una civilización. Redujo a cenizas las fuerzas armadas, arrasó ciudades, quemó aldeas. Cada rincón del planeta fue testigo del poder que pretendieron desafiar. Cuando la misión concluyó, Gardan no era más que una tumba sin nombre: edificios calcinados, cuerpos sin enterrar esparcidos por las calles y un silencio que helaba los huesos. El soldado Viltrumita solo se detuvo ha observar desde los cielos todo lo que había causado. En cuestión de segundos volvió a contactar con la base Viltrumita. —Misión cumplida. Me hubiera tomado menos tiempo, pero los ogros mostraron más resistencia y poder que los Gardianos promedio. Regresaré a la nave, Mark fuera. Tomó un breve impulso flexionando las piernas, acto seguido salió disparado en línea recta hacía el cielo del planeta. Antes de salir de la atmosfera contuvo la respiración y en cuestión de segundos ya se encontraba en la exosfera del planeta, dejando atrás lo que una vez fue un intento de forma de vida alienígena avanzada e inteligente.
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