Su aliento huele a estaciones que nunca cambian, a risas detenidas en la primera nota.

Pero incluso la juventud necesita dormir.
Y cuando duerme… me pertenece.

No es que me tema, ella no teme nada, pero a veces duda.
Duda de lo que vendrá después. De lo que pasaría si algún día envejeciera.

Y aunque los dioses no se marchitan, ni sus cabellos pierden brillo, el alma, incluso la divina puede preguntarse qué sería… si dejara de ser.

Por eso estoy aquí. 

Esta noche vela mi cuerpo etéreo en los límites de su lecho de nubes.
Su sueño no es como el de los mortales. No está hecho de temores enterrados o deseos inconclusos.

El suyo es un jardín en movimiento, donde las flores cantan y el sol no cae.

Aun así… yo entro.

Me deslizo sin ruido.
No interrumpo, no moldeo.
Simplemente acompaño.
Porque incluso en los sueños más puros, la soledad puede colarse, disfrazada de viento cálido.
Su aliento huele a estaciones que nunca cambian, a risas detenidas en la primera nota. Pero incluso la juventud necesita dormir. Y cuando duerme… me pertenece. No es que me tema, ella no teme nada, pero a veces duda. Duda de lo que vendrá después. De lo que pasaría si algún día envejeciera. Y aunque los dioses no se marchitan, ni sus cabellos pierden brillo, el alma, incluso la divina puede preguntarse qué sería… si dejara de ser. Por eso estoy aquí.  Esta noche vela mi cuerpo etéreo en los límites de su lecho de nubes. Su sueño no es como el de los mortales. No está hecho de temores enterrados o deseos inconclusos. El suyo es un jardín en movimiento, donde las flores cantan y el sol no cae. Aun así… yo entro. Me deslizo sin ruido. No interrumpo, no moldeo. Simplemente acompaño. Porque incluso en los sueños más puros, la soledad puede colarse, disfrazada de viento cálido.
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