Ivory baja la mirada hacia los caramelos en su mano, dudando. Sus dedos, largos y llenos de pequeños rasguños, tiemblan apenas.
El gesto amable lo desarma más de lo que debería.
— No debería aceptar dulces de extraños —dice en voz baja, casi como una disculpa, con esa mezcla suya de timidez y tristeza. Sin embargo, no suelta los caramelos. Sus ojos, grandes y sombreados, se alzan apenas para mirarlo, llenos de esa curiosidad doliente que no sabe reprimir—. Pero... si no le importa escuchar tonterías, supongo que puedo acompañarle un momento.
El gesto amable lo desarma más de lo que debería.
— No debería aceptar dulces de extraños —dice en voz baja, casi como una disculpa, con esa mezcla suya de timidez y tristeza. Sin embargo, no suelta los caramelos. Sus ojos, grandes y sombreados, se alzan apenas para mirarlo, llenos de esa curiosidad doliente que no sabe reprimir—. Pero... si no le importa escuchar tonterías, supongo que puedo acompañarle un momento.
Ivory baja la mirada hacia los caramelos en su mano, dudando. Sus dedos, largos y llenos de pequeños rasguños, tiemblan apenas.
El gesto amable lo desarma más de lo que debería.
— No debería aceptar dulces de extraños —dice en voz baja, casi como una disculpa, con esa mezcla suya de timidez y tristeza. Sin embargo, no suelta los caramelos. Sus ojos, grandes y sombreados, se alzan apenas para mirarlo, llenos de esa curiosidad doliente que no sabe reprimir—. Pero... si no le importa escuchar tonterías, supongo que puedo acompañarle un momento.
