Cada noche, después de cumplir su deber celestial, Selene descendía al reino de Morfeo. Entre risas y confesiones, entre secretos y silencios, los dos dioses cayeron en un amor prohibido, un amor que ni siquiera los titanes habían previsto.
Pero su felicidad despertó celos en otras fuerzas primordiales. Hipnos, el dios del sueño, advirtió que el amor de Selene y Morfeo desequilibraba el orden natural: los mortales soñaban demasiado, vivían atrapados en mundos imaginarios, olvidando la vida real.
Debían elegir: el deber o el amor.
La noche de la elección, Selene miró a Morfeo con lágrimas como perlas de luna en sus mejillas.
—Si me quedo, perderás tu reino —susurró.
—Si te dejo ir, dejaré de soñar —respondió él.
Finalmente, decidieron amarse en secreto, escondidos entre los hilos del sueño y la luz de la Luna.
Pero su felicidad despertó celos en otras fuerzas primordiales. Hipnos, el dios del sueño, advirtió que el amor de Selene y Morfeo desequilibraba el orden natural: los mortales soñaban demasiado, vivían atrapados en mundos imaginarios, olvidando la vida real.
Debían elegir: el deber o el amor.
La noche de la elección, Selene miró a Morfeo con lágrimas como perlas de luna en sus mejillas.
—Si me quedo, perderás tu reino —susurró.
—Si te dejo ir, dejaré de soñar —respondió él.
Finalmente, decidieron amarse en secreto, escondidos entre los hilos del sueño y la luz de la Luna.
Cada noche, después de cumplir su deber celestial, Selene descendía al reino de Morfeo. Entre risas y confesiones, entre secretos y silencios, los dos dioses cayeron en un amor prohibido, un amor que ni siquiera los titanes habían previsto.
Pero su felicidad despertó celos en otras fuerzas primordiales. Hipnos, el dios del sueño, advirtió que el amor de Selene y Morfeo desequilibraba el orden natural: los mortales soñaban demasiado, vivían atrapados en mundos imaginarios, olvidando la vida real.
Debían elegir: el deber o el amor.
La noche de la elección, Selene miró a Morfeo con lágrimas como perlas de luna en sus mejillas.
—Si me quedo, perderás tu reino —susurró.
—Si te dejo ir, dejaré de soñar —respondió él.
Finalmente, decidieron amarse en secreto, escondidos entre los hilos del sueño y la luz de la Luna.

