[𝕄𝔼𝕄𝕆ℝ𝕐]


˗ˏˋ ★ ˎˊ˗


𝐒𝐞𝐛𝐚𝐬𝐭𝐢𝐚𝐧.

Recuerdo cuando su familia me adoptó y me obligaron a aprender a usar cada cuchara, cada tenedor, cada cuchillo, en sus tamaños y formas específicas. Me enseñaron a vestir de manera impecable y a hablar con el lenguaje correcto, digno de una familia aspirante a servir a la realeza. Deseaban con toda el alma que su hijo, Sebastian, se convirtiera en un perfecto mayordomo, pero yo apenas era un añadido accidental en esa historia.

Empezamos por fregar platos en las cocinas reales, Sebastian fregando siempre al lado mío, sin quejarse. ¡Aparte de fregar platos, me enseñó cosas mucho más importantes!: A robar postres sin ser visto, a escabullirme por los pasillos para oír conversaciones prohibidas, a reírnos en silencio de las vidas de otras personas.

JAJAJAJA, ¿QUIÉN LO DIRÍA? Años después, cada uno tomó su propio camino. Yo aprendí de otras personas, observé lo que las hacía reír y lo que las hacía llorar. Lo que las hacía miserables. Fue así como terminé siendo el bufón de la realeza. Fue así como volví a encontrarme con Sebastian después de taaaanto tiempo.

Cuando lo vi, sonreí tanto que sentí que me dolían las mejillas. Él, con un aire impecable y serio, caminó hacia mí con esa elegancia que ahora dominaba a la perfección. No rompió su nueva postura de mayordomo ni permitió que su semblante mostrara emoción alguna más allá de la seriedad. Cuando pasó junto a mí, sentí como deslizó discretamente un pequeño papelito en el bolsillo de mi traje.

Más tarde, cuando estuve a solas, lo saqué con curiosidad. Al desdoblar el papel, encontré en él, escrito con su letra:

—𝘠𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵á𝘴 𝘢𝘲𝘶í, 𝘱𝘰𝘥𝘳í𝘢𝘴 𝘢𝘺𝘶𝘥𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘢 𝘧𝘳𝘦𝘨𝘢𝘳 𝘭𝘰𝘴 𝘱𝘭𝘢𝘵𝘰𝘴.

Esa noche no pude parar de reír.


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[𝕄𝔼𝕄𝕆ℝ𝕐] ˗ˏˋ ★ ˎˊ˗ 𝐒𝐞𝐛𝐚𝐬𝐭𝐢𝐚𝐧. Recuerdo cuando su familia me adoptó y me obligaron a aprender a usar cada cuchara, cada tenedor, cada cuchillo, en sus tamaños y formas específicas. Me enseñaron a vestir de manera impecable y a hablar con el lenguaje correcto, digno de una familia aspirante a servir a la realeza. Deseaban con toda el alma que su hijo, Sebastian, se convirtiera en un perfecto mayordomo, pero yo apenas era un añadido accidental en esa historia. Empezamos por fregar platos en las cocinas reales, Sebastian fregando siempre al lado mío, sin quejarse. ¡Aparte de fregar platos, me enseñó cosas mucho más importantes!: A robar postres sin ser visto, a escabullirme por los pasillos para oír conversaciones prohibidas, a reírnos en silencio de las vidas de otras personas. JAJAJAJA, ¿QUIÉN LO DIRÍA? Años después, cada uno tomó su propio camino. Yo aprendí de otras personas, observé lo que las hacía reír y lo que las hacía llorar. Lo que las hacía miserables. Fue así como terminé siendo el bufón de la realeza. Fue así como volví a encontrarme con Sebastian después de taaaanto tiempo. Cuando lo vi, sonreí tanto que sentí que me dolían las mejillas. Él, con un aire impecable y serio, caminó hacia mí con esa elegancia que ahora dominaba a la perfección. No rompió su nueva postura de mayordomo ni permitió que su semblante mostrara emoción alguna más allá de la seriedad. Cuando pasó junto a mí, sentí como deslizó discretamente un pequeño papelito en el bolsillo de mi traje. Más tarde, cuando estuve a solas, lo saqué con curiosidad. Al desdoblar el papel, encontré en él, escrito con su letra: —𝘠𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵á𝘴 𝘢𝘲𝘶í, 𝘱𝘰𝘥𝘳í𝘢𝘴 𝘢𝘺𝘶𝘥𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘢 𝘧𝘳𝘦𝘨𝘢𝘳 𝘭𝘰𝘴 𝘱𝘭𝘢𝘵𝘰𝘴. Esa noche no pude parar de reír. ˗ˏˋ ★ ˎˊ˗
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