Side murió cuando BlackHole escogió la extinción antes que el sometimiento que Christopher Baudelair demandó. La niña fue entonces un saco vacío de alma, lleno de carne, pero Tolek Zientek, el brujo, quien alguna vez fue su amante, se negó a dejarla partir... del todo.
Él lo supo y recogió los restos. Él partió hacia la ciénaga olvidada, allí donde la naturaleza aún habla en susurros a quien quiera oírla.
En medio de aquel barro espeso y rumoroso, bajo un cielo sin luna, los restos fueron sembrados, pero no descansaron. El brujo conjuró su magia, invocando la fuerza de la vida misma para despertar algo nuevo a partir de la muerte.
La tierra bebió su hechizo.
Una flor negra emergió del fango. Cada latido de la ciénaga hinchaba sus pétalos cerrados.
Durante tres noches creció, fuerte y vibrante, hasta alcanzar casi un metro de ancho. Todo en ella exudaba vitalidad cruda, brutal, como si algo dentro luchara por nacer.
Finalmente, en la cuarta madrugada, el primer pétalo bajó, abriéndose hacia el mundo. Fue entonces que toda la planta tembló como si recibiera una descarga, se contrajo sobre sí misma con violencia, y en un suspiro largo y húmedo, se hundió en el lodazal hasta desaparecer.
Nada quedó del alma de Side, ni de la esencia de BlackHole. Solo aquellos huesos, una chispa agónica de esencia demoníaca, y los recuerdos, la obstinación y el amor de Tolek, embebiendo lo que sembró allí.
Del lodo, flota hacia la superficie una figura: un embrión maduro, una joven mujer, pálida como la luna y de cabello oscuro como las noches. Su cuerpo pequeño recuerda vagamente a Side, pero algo diferente, algo nuevo.
Ella flota allí, suspendida sobre el agua inmóvil, los ojos cerrados, la piel sin el más mínimo temblor. No respira. No parece viva.
Y sin embargo, lo está.
Algo, en lo más profundo, late, esperando ser recibida y entregada a esta nueva existencia.
Él lo supo y recogió los restos. Él partió hacia la ciénaga olvidada, allí donde la naturaleza aún habla en susurros a quien quiera oírla.
En medio de aquel barro espeso y rumoroso, bajo un cielo sin luna, los restos fueron sembrados, pero no descansaron. El brujo conjuró su magia, invocando la fuerza de la vida misma para despertar algo nuevo a partir de la muerte.
La tierra bebió su hechizo.
Una flor negra emergió del fango. Cada latido de la ciénaga hinchaba sus pétalos cerrados.
Durante tres noches creció, fuerte y vibrante, hasta alcanzar casi un metro de ancho. Todo en ella exudaba vitalidad cruda, brutal, como si algo dentro luchara por nacer.
Finalmente, en la cuarta madrugada, el primer pétalo bajó, abriéndose hacia el mundo. Fue entonces que toda la planta tembló como si recibiera una descarga, se contrajo sobre sí misma con violencia, y en un suspiro largo y húmedo, se hundió en el lodazal hasta desaparecer.
Nada quedó del alma de Side, ni de la esencia de BlackHole. Solo aquellos huesos, una chispa agónica de esencia demoníaca, y los recuerdos, la obstinación y el amor de Tolek, embebiendo lo que sembró allí.
Del lodo, flota hacia la superficie una figura: un embrión maduro, una joven mujer, pálida como la luna y de cabello oscuro como las noches. Su cuerpo pequeño recuerda vagamente a Side, pero algo diferente, algo nuevo.
Ella flota allí, suspendida sobre el agua inmóvil, los ojos cerrados, la piel sin el más mínimo temblor. No respira. No parece viva.
Y sin embargo, lo está.
Algo, en lo más profundo, late, esperando ser recibida y entregada a esta nueva existencia.
Side murió cuando BlackHole escogió la extinción antes que el sometimiento que [frost_topaz_hare_445] demandó. La niña fue entonces un saco vacío de alma, lleno de carne, pero [Tolek], el brujo, quien alguna vez fue su amante, se negó a dejarla partir... del todo.
Él lo supo y recogió los restos. Él partió hacia la ciénaga olvidada, allí donde la naturaleza aún habla en susurros a quien quiera oírla.
En medio de aquel barro espeso y rumoroso, bajo un cielo sin luna, los restos fueron sembrados, pero no descansaron. El brujo conjuró su magia, invocando la fuerza de la vida misma para despertar algo nuevo a partir de la muerte.
La tierra bebió su hechizo.
Una flor negra emergió del fango. Cada latido de la ciénaga hinchaba sus pétalos cerrados.
Durante tres noches creció, fuerte y vibrante, hasta alcanzar casi un metro de ancho. Todo en ella exudaba vitalidad cruda, brutal, como si algo dentro luchara por nacer.
Finalmente, en la cuarta madrugada, el primer pétalo bajó, abriéndose hacia el mundo. Fue entonces que toda la planta tembló como si recibiera una descarga, se contrajo sobre sí misma con violencia, y en un suspiro largo y húmedo, se hundió en el lodazal hasta desaparecer.
Nada quedó del alma de Side, ni de la esencia de BlackHole. Solo aquellos huesos, una chispa agónica de esencia demoníaca, y los recuerdos, la obstinación y el amor de Tolek, embebiendo lo que sembró allí.
Del lodo, flota hacia la superficie una figura: un embrión maduro, una joven mujer, pálida como la luna y de cabello oscuro como las noches. Su cuerpo pequeño recuerda vagamente a Side, pero algo diferente, algo nuevo.
Ella flota allí, suspendida sobre el agua inmóvil, los ojos cerrados, la piel sin el más mínimo temblor. No respira. No parece viva.
Y sin embargo, lo está.
Algo, en lo más profundo, late, esperando ser recibida y entregada a esta nueva existencia.



