Es impredecible, el viento mece su melena, los tapones en los oidos restringen el ruido de las voces estudiantiles. La línea de reproducción sigue su curso, en pasirmonia su mirar es un agujero, sin motivación.
Una silueta capta su atención, mejor dicho, su atención es interrumpida con brusquedad.
— ¿Qué hace un mocoso fuera de clases?. — Alta, pelinegra con tintes púrpura al final de su melena, lentes de sol y el olor a cigarro es tan fuerte que lo molesta.
— Los niños deben están tomando clases y no aquí, vagando como almas en pena.— Una sentencia ante un joven que no conoce pero el impacto en J.K es diminuto que finge no haberla visto.
Se quedo en silencio, cerrando los ojos el ruido de sus parlantes lo relajan, si la ignora lo suficiente se marchara. Que idiota.
La mujer le arrebato su preciado artefacto de escape, se colocó los parlantes y escucho lo que tenía tan entretenido al joven. En automático, reveló su instrumento guardado en el cartucho de tela; una preciosa guitarra acústica, labrada en madera, pintada de negro con pequeños stickers que hablan por si mismos.
Sus manos con elegancia interpretan lo que el joven por mucho tiempo había estado buscando. Cada sonata, la interpretación del alma a través de la música lo estremece como nunca antes. Y ella, tan atractiva, le sonríe.
— Si vas a clases, nos veremos una próxima vez.— Le entrego sus audífonos, se acercó a darle un beso en la mejilla y entre la despedida que agita una mano desconocida, se despide.
Fue entonces que J.K supo desde el fondo de su corazón que había encontrado la tormenta.
Una silueta capta su atención, mejor dicho, su atención es interrumpida con brusquedad.
— ¿Qué hace un mocoso fuera de clases?. — Alta, pelinegra con tintes púrpura al final de su melena, lentes de sol y el olor a cigarro es tan fuerte que lo molesta.
— Los niños deben están tomando clases y no aquí, vagando como almas en pena.— Una sentencia ante un joven que no conoce pero el impacto en J.K es diminuto que finge no haberla visto.
Se quedo en silencio, cerrando los ojos el ruido de sus parlantes lo relajan, si la ignora lo suficiente se marchara. Que idiota.
La mujer le arrebato su preciado artefacto de escape, se colocó los parlantes y escucho lo que tenía tan entretenido al joven. En automático, reveló su instrumento guardado en el cartucho de tela; una preciosa guitarra acústica, labrada en madera, pintada de negro con pequeños stickers que hablan por si mismos.
Sus manos con elegancia interpretan lo que el joven por mucho tiempo había estado buscando. Cada sonata, la interpretación del alma a través de la música lo estremece como nunca antes. Y ella, tan atractiva, le sonríe.
— Si vas a clases, nos veremos una próxima vez.— Le entrego sus audífonos, se acercó a darle un beso en la mejilla y entre la despedida que agita una mano desconocida, se despide.
Fue entonces que J.K supo desde el fondo de su corazón que había encontrado la tormenta.
Es impredecible, el viento mece su melena, los tapones en los oidos restringen el ruido de las voces estudiantiles. La línea de reproducción sigue su curso, en pasirmonia su mirar es un agujero, sin motivación.
Una silueta capta su atención, mejor dicho, su atención es interrumpida con brusquedad.
— ¿Qué hace un mocoso fuera de clases?. — Alta, pelinegra con tintes púrpura al final de su melena, lentes de sol y el olor a cigarro es tan fuerte que lo molesta.
— Los niños deben están tomando clases y no aquí, vagando como almas en pena.— Una sentencia ante un joven que no conoce pero el impacto en J.K es diminuto que finge no haberla visto.
Se quedo en silencio, cerrando los ojos el ruido de sus parlantes lo relajan, si la ignora lo suficiente se marchara. Que idiota.
La mujer le arrebato su preciado artefacto de escape, se colocó los parlantes y escucho lo que tenía tan entretenido al joven. En automático, reveló su instrumento guardado en el cartucho de tela; una preciosa guitarra acústica, labrada en madera, pintada de negro con pequeños stickers que hablan por si mismos.
Sus manos con elegancia interpretan lo que el joven por mucho tiempo había estado buscando. Cada sonata, la interpretación del alma a través de la música lo estremece como nunca antes. Y ella, tan atractiva, le sonríe.
— Si vas a clases, nos veremos una próxima vez.— Le entrego sus audífonos, se acercó a darle un beso en la mejilla y entre la despedida que agita una mano desconocida, se despide.
Fue entonces que J.K supo desde el fondo de su corazón que había encontrado la tormenta.

