Sumergida, todo era quietud.
El agua no ofrecía respuestas, pero tampoco hacía preguntas.
Y eso era suficiente.
El frío apagaba cada chispa que alguna vez la hizo arder.
Ya no había ira, ni llanto, ni súplica.
Solo esa calma helada que no la sanaba, pero la contenía.
No era descanso, ni castigo.
Era negación pura.
Negarse a sentir, a gritar, a recordar.
Negarse a ser alcanzada, ¿Castigándose? Quién sabe.
El mundo, arriba, podía seguir quebrándose.
Ella hoy no era parte de él, pero si de la naturaleza.
Solo quería que el agua la envolviera,
la mantuviera en pausa,
como si el tiempo se hubiera alejado un instante de su nombre.
El agua no ofrecía respuestas, pero tampoco hacía preguntas.
Y eso era suficiente.
El frío apagaba cada chispa que alguna vez la hizo arder.
Ya no había ira, ni llanto, ni súplica.
Solo esa calma helada que no la sanaba, pero la contenía.
No era descanso, ni castigo.
Era negación pura.
Negarse a sentir, a gritar, a recordar.
Negarse a ser alcanzada, ¿Castigándose? Quién sabe.
El mundo, arriba, podía seguir quebrándose.
Ella hoy no era parte de él, pero si de la naturaleza.
Solo quería que el agua la envolviera,
la mantuviera en pausa,
como si el tiempo se hubiera alejado un instante de su nombre.
Sumergida, todo era quietud.
El agua no ofrecía respuestas, pero tampoco hacía preguntas.
Y eso era suficiente.
El frío apagaba cada chispa que alguna vez la hizo arder.
Ya no había ira, ni llanto, ni súplica.
Solo esa calma helada que no la sanaba, pero la contenía.
No era descanso, ni castigo.
Era negación pura.
Negarse a sentir, a gritar, a recordar.
Negarse a ser alcanzada, ¿Castigándose? Quién sabe.
El mundo, arriba, podía seguir quebrándose.
Ella hoy no era parte de él, pero si de la naturaleza.
Solo quería que el agua la envolviera,
la mantuviera en pausa,
como si el tiempo se hubiera alejado un instante de su nombre.

