Zahra cerró los ojos. Era solo un instante, una chispa que no debía existir, y sin embargo… ahí estaba. Como una brisa espesa, como el murmullo de un eco olvidado.

La piedra bajo sus pies no era del presente. Era vieja, cálida. Palpitaba.

Y en lo profundo —más abajo, mucho más— lo sintió a él.

Azi.

No con palabras, ni con pensamientos. Con presencia. Con fuerza. Era un susurro debajo de la piel, una vibración que se filtraba entre los huesos. Zahra no lo había vivido, no de verdad… pero en ese momento recordó.

Recordó el calor de una forma física. El peso de un cuerpo que se sabía eterno. La mirada que alguna vez se alzó al cielo con desafío y fe. Zahra se sintió de pronto inmensa, poderosa, y terriblemente sola.

Eran recuerdos que no eran suyos, pero la envolvían como si siempre hubieran estado ahí. Como si, por un momento fugaz, los pensamientos de Azi se hubieran enredado con los suyos. Como si aún quedara una parte de él… bajo ella, esperando.
Zahra cerró los ojos. Era solo un instante, una chispa que no debía existir, y sin embargo… ahí estaba. Como una brisa espesa, como el murmullo de un eco olvidado. La piedra bajo sus pies no era del presente. Era vieja, cálida. Palpitaba. Y en lo profundo —más abajo, mucho más— lo sintió a él. Azi. No con palabras, ni con pensamientos. Con presencia. Con fuerza. Era un susurro debajo de la piel, una vibración que se filtraba entre los huesos. Zahra no lo había vivido, no de verdad… pero en ese momento recordó. Recordó el calor de una forma física. El peso de un cuerpo que se sabía eterno. La mirada que alguna vez se alzó al cielo con desafío y fe. Zahra se sintió de pronto inmensa, poderosa, y terriblemente sola. Eran recuerdos que no eran suyos, pero la envolvían como si siempre hubieran estado ahí. Como si, por un momento fugaz, los pensamientos de Azi se hubieran enredado con los suyos. Como si aún quedara una parte de él… bajo ella, esperando.
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