La tarde cae perezosa sobre la ciudad. Emi está de pie en la acera, con los brazos cruzados y el rostro serio, como si nada pudiera tocarla. Pero sus mejillas, sutilmente teñidas de rosa, la delatan. Él está frente a ella, sonriendo como si hubiera ganado algo valioso.

Ella desvía la mirada con un leve chasquido de lengua, y entonces murmura, casi como si le costara admitirlo:

ここにいさせてあげるのは、あんたが好きだからよ… それか、追い出すのが面倒なだけ..


Sus ojos lo recorren un segundo más, y sin decir otra palabra, da media vuelta. Pero el rubor ya no se oculta.
La tarde cae perezosa sobre la ciudad. Emi está de pie en la acera, con los brazos cruzados y el rostro serio, como si nada pudiera tocarla. Pero sus mejillas, sutilmente teñidas de rosa, la delatan. Él está frente a ella, sonriendo como si hubiera ganado algo valioso. Ella desvía la mirada con un leve chasquido de lengua, y entonces murmura, casi como si le costara admitirlo: ここにいさせてあげるのは、あんたが好きだからよ… それか、追い出すのが面倒なだけ.. Sus ojos lo recorren un segundo más, y sin decir otra palabra, da media vuelta. Pero el rubor ya no se oculta.
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