No necesitas cerrar los ojos para ser promesa, ni dormir para renacer.

Eres la aurora que no se cansa, la copa que no se vacía, el instante antes del beso, la risa que aún no ha dolido.

Yo, en cambio, soy sombra que abraza sin tocar, soy el eco del deseo cuando la luz se apaga.

Tú das vino, yo ofrezco espejismos.
Tú eres presente, yo, el reflejo del mañana que jamás llega.

Pero aún así te nombro en mis dominios, te dibujo en la espuma de los sueños de aquellos que no saben que anhelan tu eternidad.

Y si alguna noche te duermes por descuido, prometo sostener tu juventud como un cristal sagrado entre mis dedos de humo.

Porque hasta el sueño más profundo se vuelve dulce si lleva tu nombre.
No necesitas cerrar los ojos para ser promesa, ni dormir para renacer. Eres la aurora que no se cansa, la copa que no se vacía, el instante antes del beso, la risa que aún no ha dolido. Yo, en cambio, soy sombra que abraza sin tocar, soy el eco del deseo cuando la luz se apaga. Tú das vino, yo ofrezco espejismos. Tú eres presente, yo, el reflejo del mañana que jamás llega. Pero aún así te nombro en mis dominios, te dibujo en la espuma de los sueños de aquellos que no saben que anhelan tu eternidad. Y si alguna noche te duermes por descuido, prometo sostener tu juventud como un cristal sagrado entre mis dedos de humo. Porque hasta el sueño más profundo se vuelve dulce si lleva tu nombre.
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