[ ๐ฑ๐๐๐๐ ๐๐ ๐๐ ๐๐๐๐๐๐ ๐๐๐
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๐๐๐๐ ๐ฐ ๐๐๐๐๐ ๐๐. — ๐ฉ๐๐๐
๐๐๐ ๐๐๐๐ ๐๐๐
๐๐ ๐๐๐๐๐๐๐.]
Había llegado un nuevo pastor a la iglesia. Su presencia no pasó desapercibida: voz cálida, rostro amable, una figura que inspiraba confianza incluso en los más escépticos. Pero algo en él, algo oculto bajo la sotana impecablemente planchada, inquietaba.
¿Cuando la última vez que pisó una iglesia? Quizá más de un año atrás… y no por fe. Estaba allí por una razón: deshacerse de alguien, un contratista principal de la familia Di Conti, su familia.
— Fratelli e sorelle, siamo qui oggi riuniti per rendere omaggio e commemorare con devozione la Santa Domenica, giorno del Signore, fonte di luce e di grazia per tutti noi.
Sabía cómo interpretar su papel. Le gustaba. Jugar al santo, al pastor entregado. Con su mirada ámbar suave, casi melosa, y una sonrisa que coqueteaba con la inocencia, observaba el ritual como un espectáculo privado.
๐๐ฒ ๐ฝ๐ถ๐ฒ. ๐๐ฟ๐ฟ๐ผ๐ฑí๐น๐น๐ฒ๐ป๐๐ฒ. ๐๐ฒ ๐ฝ๐ถ๐ฒ ๐ผ๐๐ฟ๐ฎ ๐๐ฒ๐. ๐๐ฟ๐ฟ๐ผ๐ฑí๐น๐น๐ฒ๐ป๐๐ฒ ๐๐ป๐ฎ ๐๐ฒ๐ ๐บá๐.
๐๐ผ๐บ๐ผ ๐ฝ๐ฒ๐ฟ๐ฟ๐ผ๐ ๐ฏ๐ถ๐ฒ๐ป ๐ฒ๐ป๐๐ฟ๐ฒ๐ป๐ฎ๐ฑ๐ผ๐.
Era Domingo de Resurrección. La iglesia desbordaba de fieles, cientos de cuerpos apretujados bajo la cúpula dorada, expectantes por recibir la hostia y el vino.
El cuerpo y la sangre de Cristo.
๐๐๐ฒ๐ป ๐ฐ๐ต๐ถ๐ฐ๐ผ… ๐ฎ๐ต๐ผ๐ฟ๐ฎ ๐ฐ๐ผ๐บ๐ฒ.
El caos no tardó en llegar.
Un grito desgarró el aire. Un hombre cayó al suelo, convulsionando violentamente frente al altar. El pánico se esparció como pólvora entre los bancos. Voces, llantos, carreras desesperadas.
Ryan sin embargo se mantuvo quieto. Observando con interés como aquel cuerpo se movía frenéticamente hasta que después de un corto tiempo, dejo de hacerlo.
Si lo hubiera matado hace tres días... ¿Ese hombre hubiera revivido?
Fue la única cosa que se cuestionó antes de abandonar aquella iglesia. Había recibido un mensaje nuevo, nada bueno.
Cierta alemana había desaparecido dejando todo a cargo a él. Era hora de volver al trabajo.
Había llegado un nuevo pastor a la iglesia. Su presencia no pasó desapercibida: voz cálida, rostro amable, una figura que inspiraba confianza incluso en los más escépticos. Pero algo en él, algo oculto bajo la sotana impecablemente planchada, inquietaba.
¿Cuando la última vez que pisó una iglesia? Quizá más de un año atrás… y no por fe. Estaba allí por una razón: deshacerse de alguien, un contratista principal de la familia Di Conti, su familia.
— Fratelli e sorelle, siamo qui oggi riuniti per rendere omaggio e commemorare con devozione la Santa Domenica, giorno del Signore, fonte di luce e di grazia per tutti noi.
Sabía cómo interpretar su papel. Le gustaba. Jugar al santo, al pastor entregado. Con su mirada ámbar suave, casi melosa, y una sonrisa que coqueteaba con la inocencia, observaba el ritual como un espectáculo privado.
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Era Domingo de Resurrección. La iglesia desbordaba de fieles, cientos de cuerpos apretujados bajo la cúpula dorada, expectantes por recibir la hostia y el vino.
El cuerpo y la sangre de Cristo.
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El caos no tardó en llegar.
Un grito desgarró el aire. Un hombre cayó al suelo, convulsionando violentamente frente al altar. El pánico se esparció como pólvora entre los bancos. Voces, llantos, carreras desesperadas.
Ryan sin embargo se mantuvo quieto. Observando con interés como aquel cuerpo se movía frenéticamente hasta que después de un corto tiempo, dejo de hacerlo.
Si lo hubiera matado hace tres días... ¿Ese hombre hubiera revivido?
Fue la única cosa que se cuestionó antes de abandonar aquella iglesia. Había recibido un mensaje nuevo, nada bueno.
Cierta alemana había desaparecido dejando todo a cargo a él. Era hora de volver al trabajo.
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¿Cuando la última vez que pisó una iglesia? Quizá más de un año atrás… y no por fe. Estaba allí por una razón: deshacerse de alguien, un contratista principal de la familia Di Conti, su familia.
— Fratelli e sorelle, siamo qui oggi riuniti per rendere omaggio e commemorare con devozione la Santa Domenica, giorno del Signore, fonte di luce e di grazia per tutti noi.
Sabía cómo interpretar su papel. Le gustaba. Jugar al santo, al pastor entregado. Con su mirada ámbar suave, casi melosa, y una sonrisa que coqueteaba con la inocencia, observaba el ritual como un espectáculo privado.
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El caos no tardó en llegar.
Un grito desgarró el aire. Un hombre cayó al suelo, convulsionando violentamente frente al altar. El pánico se esparció como pólvora entre los bancos. Voces, llantos, carreras desesperadas.
Ryan sin embargo se mantuvo quieto. Observando con interés como aquel cuerpo se movía frenéticamente hasta que después de un corto tiempo, dejo de hacerlo.
Si lo hubiera matado hace tres días... ¿Ese hombre hubiera revivido?
Fue la única cosa que se cuestionó antes de abandonar aquella iglesia. Había recibido un mensaje nuevo, nada bueno.
Cierta alemana había desaparecido dejando todo a cargo a él. Era hora de volver al trabajo.



