Había descendido a la Tierra. No por mandato de su padre Hipnos, ni por capricho de los dioses olímpicos, sino por curiosidad. Quería comprender a los humanos más allá de sus sueños, ver cómo sufrían, amaban y vivían cuando sus ojos estaban abiertos. Pero su tiempo, en ese reino, estaba por terminar.
Tenía que volver al suyo.
Tenía que volver al suyo.
Había descendido a la Tierra. No por mandato de su padre Hipnos, ni por capricho de los dioses olímpicos, sino por curiosidad. Quería comprender a los humanos más allá de sus sueños, ver cómo sufrían, amaban y vivían cuando sus ojos estaban abiertos. Pero su tiempo, en ese reino, estaba por terminar.
Tenía que volver al suyo.


