Bajo el sol ardiente del desierto, el tiempo parecía detenerse. La arena, infinita y dorada, se extendía en todas direcciones, mientras Kelly descansaba sobre alfombras tejidas y cojines bordados con historias ancestrales. Con sus gafas oscuras, una sonrisa serena y la brisa cálida acariciándole el rostro, parecía ajena a todo excepto a ese momento.
No había ruido, solo el susurro del viento moviendo las telas y el latido tranquilo de una conexión silenciosa. Su mano diestra sostenía el libro que estaba leyendo, pero honestamente hubiera preferido estar posada sobre una pierna ajena. Deseaba tener con "él" esa clase de gestos simples, pero cargados de complicidad, de esos que nacen cuando sobran las explicaciones.
Pero ahí, en medio de la nada, se sentía todo. Paz. Confianza. Y una promesa no dicha de llevarle allí algún día.
No había ruido, solo el susurro del viento moviendo las telas y el latido tranquilo de una conexión silenciosa. Su mano diestra sostenía el libro que estaba leyendo, pero honestamente hubiera preferido estar posada sobre una pierna ajena. Deseaba tener con "él" esa clase de gestos simples, pero cargados de complicidad, de esos que nacen cuando sobran las explicaciones.
Pero ahí, en medio de la nada, se sentía todo. Paz. Confianza. Y una promesa no dicha de llevarle allí algún día.
Bajo el sol ardiente del desierto, el tiempo parecía detenerse. La arena, infinita y dorada, se extendía en todas direcciones, mientras Kelly descansaba sobre alfombras tejidas y cojines bordados con historias ancestrales. Con sus gafas oscuras, una sonrisa serena y la brisa cálida acariciándole el rostro, parecía ajena a todo excepto a ese momento.
No había ruido, solo el susurro del viento moviendo las telas y el latido tranquilo de una conexión silenciosa. Su mano diestra sostenía el libro que estaba leyendo, pero honestamente hubiera preferido estar posada sobre una pierna ajena. Deseaba tener con "él" esa clase de gestos simples, pero cargados de complicidad, de esos que nacen cuando sobran las explicaciones.
Pero ahí, en medio de la nada, se sentía todo. Paz. Confianza. Y una promesa no dicha de llevarle allí algún día.
0
turnos
0
maullidos