Un paso, y todo se acaba.
Ivory permanece quieto en la cornisa, el viento desordenando su cabello, alborotando la ropa, la ciudad latiendo bajo sus pies, como un animal moribundo que, pese a la herida mortal, vive.
Mira el asfalto, tan lejano, tan definitivo.
Saborea el aire antes de tiempo, golpeando el rostro, llenando los pulmones, arrancándole el alma.
El vértigo en el estómago acompaña.
Como un viejo amigo.
Un paso. Solo eso.
No se necesita más para ponerle fin al ruido.
A las dudas.
A la soledad.
Al insomnio.
Al dolor.
— ¿Cuánto puede doler? —susurra, sin esperar respuesta. Y sin poder callar.
Ivory permanece quieto en la cornisa, el viento desordenando su cabello, alborotando la ropa, la ciudad latiendo bajo sus pies, como un animal moribundo que, pese a la herida mortal, vive.
Mira el asfalto, tan lejano, tan definitivo.
Saborea el aire antes de tiempo, golpeando el rostro, llenando los pulmones, arrancándole el alma.
El vértigo en el estómago acompaña.
Como un viejo amigo.
Un paso. Solo eso.
No se necesita más para ponerle fin al ruido.
A las dudas.
A la soledad.
Al insomnio.
Al dolor.
— ¿Cuánto puede doler? —susurra, sin esperar respuesta. Y sin poder callar.
Un paso, y todo se acaba.
Ivory permanece quieto en la cornisa, el viento desordenando su cabello, alborotando la ropa, la ciudad latiendo bajo sus pies, como un animal moribundo que, pese a la herida mortal, vive.
Mira el asfalto, tan lejano, tan definitivo.
Saborea el aire antes de tiempo, golpeando el rostro, llenando los pulmones, arrancándole el alma.
El vértigo en el estómago acompaña.
Como un viejo amigo.
Un paso. Solo eso.
No se necesita más para ponerle fin al ruido.
A las dudas.
A la soledad.
Al insomnio.
Al dolor.
— ¿Cuánto puede doler? —susurra, sin esperar respuesta. Y sin poder callar.



