Yelena siempre creció en un ambiente hostil, si bien sus ojos no podían ver, sus demás sentidos funcionaban a la perfección aunque ella no quisiera.
En las fiestas, siempre había uno que otro comentario hiriente que la descolocaba de manera horrible:
"Debería hacerse una operación de aumento de senos"
"Debería pensar que a nadie le interesa una mujer que parece ser una adolescente"
"¿Con ese tamaño? Buena suerte encontrando un hombre"
"Tan raquítica y flaca, sin algún lado bueno"
"Una muñeca inflable tiene más curvas que ella"
Todo ese tipo de comentarios terminaba mandando a Yelena al baño a llorar o de regreso a su auto a esconderse sin avisarle a los demás.
Pero él...
Él recorría su cuerpo como un artista adorando el mármol, besaba cada curva y detalle con una devoción única.
El amor de Abel a Yelena era tan único y puro.
En las fiestas, siempre había uno que otro comentario hiriente que la descolocaba de manera horrible:
"Debería hacerse una operación de aumento de senos"
"Debería pensar que a nadie le interesa una mujer que parece ser una adolescente"
"¿Con ese tamaño? Buena suerte encontrando un hombre"
"Tan raquítica y flaca, sin algún lado bueno"
"Una muñeca inflable tiene más curvas que ella"
Todo ese tipo de comentarios terminaba mandando a Yelena al baño a llorar o de regreso a su auto a esconderse sin avisarle a los demás.
Pero él...
Él recorría su cuerpo como un artista adorando el mármol, besaba cada curva y detalle con una devoción única.
El amor de Abel a Yelena era tan único y puro.
Yelena siempre creció en un ambiente hostil, si bien sus ojos no podían ver, sus demás sentidos funcionaban a la perfección aunque ella no quisiera.
En las fiestas, siempre había uno que otro comentario hiriente que la descolocaba de manera horrible:
"Debería hacerse una operación de aumento de senos"
"Debería pensar que a nadie le interesa una mujer que parece ser una adolescente"
"¿Con ese tamaño? Buena suerte encontrando un hombre"
"Tan raquítica y flaca, sin algún lado bueno"
"Una muñeca inflable tiene más curvas que ella"
Todo ese tipo de comentarios terminaba mandando a Yelena al baño a llorar o de regreso a su auto a esconderse sin avisarle a los demás.
Pero él...
Él recorría su cuerpo como un artista adorando el mármol, besaba cada curva y detalle con una devoción única.
El amor de Abel a Yelena era tan único y puro.

