— No tocarán a Phi... Ni terminarán con este mundo... Tendrán que pasar sobre mí—.
Estaba listo. Cargaba consigo todo lo que necesitaba, aún para el peor de los extremos. Tenía una renovada convicción de restaurar su honor para consigo mismo, la fuerza para con los pocos, o tal vez la única persona que le quedaba.
Eso... Y por la humanidad. Incluso si le costaba la vida.
— No soy un caballero. La Noche Carmesí tampoco. Mucho menos una sombra. Soy el último de mi sangre... Y en honor a ti, padre, haré que estés orgulloso de mí una vez más si me estás viendo desde arriba—.
Se ajustó los guantes como era de costumbre. Apretó bien sus cinturones y arremolinó la encapuchada capa negra que había usado hace mucho tiempo atrás.
— Soy Diluc Ragnvindr...—.
Salió entonces de aquel sótano donde guardaba sus más grandes secretos, armas, indumentaria y documentos. Se aventuró hacia la noche en una solitaria campaña. Tal vez la última, habiendo recobrado el vigor de su identidad y de quién era. Tenía cuentas que saldar, y un mundo qué proteger.
Estaba listo. Cargaba consigo todo lo que necesitaba, aún para el peor de los extremos. Tenía una renovada convicción de restaurar su honor para consigo mismo, la fuerza para con los pocos, o tal vez la única persona que le quedaba.
Eso... Y por la humanidad. Incluso si le costaba la vida.
— No soy un caballero. La Noche Carmesí tampoco. Mucho menos una sombra. Soy el último de mi sangre... Y en honor a ti, padre, haré que estés orgulloso de mí una vez más si me estás viendo desde arriba—.
Se ajustó los guantes como era de costumbre. Apretó bien sus cinturones y arremolinó la encapuchada capa negra que había usado hace mucho tiempo atrás.
— Soy Diluc Ragnvindr...—.
Salió entonces de aquel sótano donde guardaba sus más grandes secretos, armas, indumentaria y documentos. Se aventuró hacia la noche en una solitaria campaña. Tal vez la última, habiendo recobrado el vigor de su identidad y de quién era. Tenía cuentas que saldar, y un mundo qué proteger.
— No tocarán a Phi... Ni terminarán con este mundo... Tendrán que pasar sobre mí—.
Estaba listo. Cargaba consigo todo lo que necesitaba, aún para el peor de los extremos. Tenía una renovada convicción de restaurar su honor para consigo mismo, la fuerza para con los pocos, o tal vez la única persona que le quedaba.
Eso... Y por la humanidad. Incluso si le costaba la vida.
— No soy un caballero. La Noche Carmesí tampoco. Mucho menos una sombra. Soy el último de mi sangre... Y en honor a ti, padre, haré que estés orgulloso de mí una vez más si me estás viendo desde arriba—.
Se ajustó los guantes como era de costumbre. Apretó bien sus cinturones y arremolinó la encapuchada capa negra que había usado hace mucho tiempo atrás.
— Soy Diluc Ragnvindr...—.
Salió entonces de aquel sótano donde guardaba sus más grandes secretos, armas, indumentaria y documentos. Se aventuró hacia la noche en una solitaria campaña. Tal vez la última, habiendo recobrado el vigor de su identidad y de quién era. Tenía cuentas que saldar, y un mundo qué proteger.


