El viento soplaba con un susurro casi humano entre los árboles del bosque, y las sombras danzaban sobre su casco mientras yacía recostado, inmóvil, intentando por un momento olvidar lo que era. Pero el instante de calma se rompió tan abruptamente como el crujido de una rama bajo una pisada torpe. Un destello rojizo atravesó su visor, fijándose en un punto más adelante, donde la maleza vibraba con un movimiento ajeno al ritmo natural del bosque. El objetivo apareció de manera repentina, sin señales, sin previo aviso. Como siempre. Porque ya no hay superiores. Nadie para dar la orden. Nadie para explicar por qué. Solo el protocolo incrustado en su mente rota.

Se puso de pie en silencio, girando el cuello lentamente hacia la figura que emergía entre sombras.

— × Objetivo marcado. × —murmuró con desgano, como si el acto mismo de hablar le pesara.

Su bufanda amarilla ondeó en la penumbra mientras avanzaba entre hojas y sombras, el brillo tenue de su visor proyectando un rastro siniestro.

— × ¿Quién te envió? ×

Ninguna respuesta. Solo el reflejo del acero brillando desde la oscuridad.

— × Claro… Nadie. × —chasqueó la lengua— × Solo queda cumplir. Como siempre. ×

Y entonces, con un salto brusco, se arrojó a la caza. Como si el bosque mismo contuviera la respiración.
El viento soplaba con un susurro casi humano entre los árboles del bosque, y las sombras danzaban sobre su casco mientras yacía recostado, inmóvil, intentando por un momento olvidar lo que era. Pero el instante de calma se rompió tan abruptamente como el crujido de una rama bajo una pisada torpe. Un destello rojizo atravesó su visor, fijándose en un punto más adelante, donde la maleza vibraba con un movimiento ajeno al ritmo natural del bosque. El objetivo apareció de manera repentina, sin señales, sin previo aviso. Como siempre. Porque ya no hay superiores. Nadie para dar la orden. Nadie para explicar por qué. Solo el protocolo incrustado en su mente rota. Se puso de pie en silencio, girando el cuello lentamente hacia la figura que emergía entre sombras. — × Objetivo marcado. × —murmuró con desgano, como si el acto mismo de hablar le pesara. Su bufanda amarilla ondeó en la penumbra mientras avanzaba entre hojas y sombras, el brillo tenue de su visor proyectando un rastro siniestro. — × ¿Quién te envió? × Ninguna respuesta. Solo el reflejo del acero brillando desde la oscuridad. — × Claro… Nadie. × —chasqueó la lengua— × Solo queda cumplir. Como siempre. × Y entonces, con un salto brusco, se arrojó a la caza. Como si el bosque mismo contuviera la respiración.
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