—Vamos, Aarón, que no está tan fría —bromea alguien, pero su voz se pierde rápido en el eco del recinto.
-Aarón ya no escucha. Ha saltado hace casi un minuto, y desde entonces no ha salido. El agua lo envuelve como un sudario azul, y él permanece inmóvil en el fondo de la piscina olímpica, con los ojos abiertos y la respiración contenida desde mucho antes de tocar el agua.
-Los segundos pasan. Treinta… cuarenta… uno de los chicos al borde de la piscina se pone de pie, inquieto.
—¿Está bien? —pregunta, mirando al entrenador.
—Tranquilos, tiene buen aguante —responde, aunque su ceño se frunce sutilmente.
-Aarón sigue allí abajo, completamente quieto, los brazos flotando a los lados como si estuviera muerto… pero está más despierto que nunca. Las ondas del agua distorsionan la luz, y por un instante, le parece ver algo. Un reflejo que no cuadra. Una silueta que no es la suya.
-Piensa en el guion. En ese fragmento que escribió sin pensar demasiado, donde alguien se hundía en una piscina y no salía jamás. Lo había tachado. Lo había olvidado. ¿O no?
-Tres minutos. Silencio arriba. Duda. Inquietud.
-Aarón parpadea bajo el agua, y finalmente, con una lentitud casi fantasmal, empieza a subir. Como si decidiera regresar de un lugar del que aún no estaba del todo convencido de querer salir.
-Aarón ya no escucha. Ha saltado hace casi un minuto, y desde entonces no ha salido. El agua lo envuelve como un sudario azul, y él permanece inmóvil en el fondo de la piscina olímpica, con los ojos abiertos y la respiración contenida desde mucho antes de tocar el agua.
-Los segundos pasan. Treinta… cuarenta… uno de los chicos al borde de la piscina se pone de pie, inquieto.
—¿Está bien? —pregunta, mirando al entrenador.
—Tranquilos, tiene buen aguante —responde, aunque su ceño se frunce sutilmente.
-Aarón sigue allí abajo, completamente quieto, los brazos flotando a los lados como si estuviera muerto… pero está más despierto que nunca. Las ondas del agua distorsionan la luz, y por un instante, le parece ver algo. Un reflejo que no cuadra. Una silueta que no es la suya.
-Piensa en el guion. En ese fragmento que escribió sin pensar demasiado, donde alguien se hundía en una piscina y no salía jamás. Lo había tachado. Lo había olvidado. ¿O no?
-Tres minutos. Silencio arriba. Duda. Inquietud.
-Aarón parpadea bajo el agua, y finalmente, con una lentitud casi fantasmal, empieza a subir. Como si decidiera regresar de un lugar del que aún no estaba del todo convencido de querer salir.
—Vamos, Aarón, que no está tan fría —bromea alguien, pero su voz se pierde rápido en el eco del recinto.
-Aarón ya no escucha. Ha saltado hace casi un minuto, y desde entonces no ha salido. El agua lo envuelve como un sudario azul, y él permanece inmóvil en el fondo de la piscina olímpica, con los ojos abiertos y la respiración contenida desde mucho antes de tocar el agua.
-Los segundos pasan. Treinta… cuarenta… uno de los chicos al borde de la piscina se pone de pie, inquieto.
—¿Está bien? —pregunta, mirando al entrenador.
—Tranquilos, tiene buen aguante —responde, aunque su ceño se frunce sutilmente.
-Aarón sigue allí abajo, completamente quieto, los brazos flotando a los lados como si estuviera muerto… pero está más despierto que nunca. Las ondas del agua distorsionan la luz, y por un instante, le parece ver algo. Un reflejo que no cuadra. Una silueta que no es la suya.
-Piensa en el guion. En ese fragmento que escribió sin pensar demasiado, donde alguien se hundía en una piscina y no salía jamás. Lo había tachado. Lo había olvidado. ¿O no?
-Tres minutos. Silencio arriba. Duda. Inquietud.
-Aarón parpadea bajo el agua, y finalmente, con una lentitud casi fantasmal, empieza a subir. Como si decidiera regresar de un lugar del que aún no estaba del todo convencido de querer salir.
