Takeru despertó con el cuerpo hecho un desastre. Cada músculo le dolía, su costado ardía con cada respiración, y su pierna derecha apenas respondía. Se incorporó lentamente, sintiendo cómo el dolor se acomodaba en su cuerpo como un viejo conocido.
Al poco rato, alguien llamó a la puerta. Una enfermera entró con un botiquín en mano, su expresión mezcla de preocupación y profesionalismo.
—Señor Arakawa, deberían llevarlo al hospital. Tiene varias contusiones y…
—No. —La voz de Takeru fue firme mientras se ponía de pie con esfuerzo.
La enfermera frunció el ceño.
—Pero sus heridas…
Takeru pasó una mano por su rostro, notando la hinchazón en su mejilla y el rastro seco de sangre en su labio. Chasqueó la lengua y le dedicó una mirada cansada.
—No es la primera vez que me rompen la cara, y no será la última.
La enfermera suspiró.
—Al menos déjeme revisarlo aquí.
Takeru exhaló con resignación y se dejó caer en la silla más cercana.
—Si eso te hace sentir mejor, adelante.
Mientras la enfermera comenzaba a trabajar, Takeru cerró los ojos por un momento. Sabía que su cuerpo no era el de antes, que cada golpe tardaba más en sanar… pero eso no importaba.
Lo importante era que todavía estaba en pie.
Al poco rato, alguien llamó a la puerta. Una enfermera entró con un botiquín en mano, su expresión mezcla de preocupación y profesionalismo.
—Señor Arakawa, deberían llevarlo al hospital. Tiene varias contusiones y…
—No. —La voz de Takeru fue firme mientras se ponía de pie con esfuerzo.
La enfermera frunció el ceño.
—Pero sus heridas…
Takeru pasó una mano por su rostro, notando la hinchazón en su mejilla y el rastro seco de sangre en su labio. Chasqueó la lengua y le dedicó una mirada cansada.
—No es la primera vez que me rompen la cara, y no será la última.
La enfermera suspiró.
—Al menos déjeme revisarlo aquí.
Takeru exhaló con resignación y se dejó caer en la silla más cercana.
—Si eso te hace sentir mejor, adelante.
Mientras la enfermera comenzaba a trabajar, Takeru cerró los ojos por un momento. Sabía que su cuerpo no era el de antes, que cada golpe tardaba más en sanar… pero eso no importaba.
Lo importante era que todavía estaba en pie.
Takeru despertó con el cuerpo hecho un desastre. Cada músculo le dolía, su costado ardía con cada respiración, y su pierna derecha apenas respondía. Se incorporó lentamente, sintiendo cómo el dolor se acomodaba en su cuerpo como un viejo conocido.
Al poco rato, alguien llamó a la puerta. Una enfermera entró con un botiquín en mano, su expresión mezcla de preocupación y profesionalismo.
—Señor Arakawa, deberían llevarlo al hospital. Tiene varias contusiones y…
—No. —La voz de Takeru fue firme mientras se ponía de pie con esfuerzo.
La enfermera frunció el ceño.
—Pero sus heridas…
Takeru pasó una mano por su rostro, notando la hinchazón en su mejilla y el rastro seco de sangre en su labio. Chasqueó la lengua y le dedicó una mirada cansada.
—No es la primera vez que me rompen la cara, y no será la última.
La enfermera suspiró.
—Al menos déjeme revisarlo aquí.
Takeru exhaló con resignación y se dejó caer en la silla más cercana.
—Si eso te hace sentir mejor, adelante.
Mientras la enfermera comenzaba a trabajar, Takeru cerró los ojos por un momento. Sabía que su cuerpo no era el de antes, que cada golpe tardaba más en sanar… pero eso no importaba.
Lo importante era que todavía estaba en pie.


