Desde que mi luz iluminó los cielos por primera vez, siempre he concedido deseos. Amaba recibir esas pequeñas partes de esperanza, esos sueños, esa parte tan importante del alma de quien anhela y hacerlo realidad —comentó, observando como una pequeña lluvia de deseos iba a parar, resplandecientes y cálidos a sus manos—.¿Quien iba a decir que, hoy encontraría más placer en devorarlos o retorcerlos hasta convertirlos en pesadillas?
Desde que mi luz iluminó los cielos por primera vez, siempre he concedido deseos. Amaba recibir esas pequeñas partes de esperanza, esos sueños, esa parte tan importante del alma de quien anhela y hacerlo realidad —comentó, observando como una pequeña lluvia de deseos iba a parar, resplandecientes y cálidos a sus manos—.¿Quien iba a decir que, hoy encontraría más placer en devorarlos o retorcerlos hasta convertirlos en pesadillas?
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