Voltea a tu derecha, muchacho. -Dijo con una voz sumamente dulce la Sra. Inés, al acomodar los alfileres en las partes más flojas del traje de Abel. — Creo que deberás de comer menos panes de los que hace Yelena, por poco el botón de la camisa sale volando. - El hombre solo se sonrojó a las palabras de la mayor, tenía que bajarles un poco a las harinas, pero era tan difícil con aquellos postres que su prometida hacía consecutivamente.
La mujer siguió ajustando de algunas partes, ya estaba por completo, el color era neutro, la confección era inspirada en los trajes de gala griegos, para que el exmilitar no olvidara sus raíces. — Listo, estará terminado para mañana. - Explicó la mujer. — El vestido de Yelena ya está listo, mejoré el diseño, quiero que se una sorpresa para mi muchachita. - La mujer adoptó a la pequeña rubia como hija, ella misma le había confeccionado varias de las faldas y vestidos que usaba, así que no se lo dio a maliciar, sería su regalo de bodas. -
Gracias, Sra. no sé cómo pagarle lo espléndida que es con nosotros. - Aclaró Abel retirándose el saco del atuendo y llevándolo a los ganchos. —Debo agradecerle a usted y a su familia por las habitaciones de nuestros invitados, como pudo ver... - Realizó una pequeña pausa, dio media vuelta sobre sus propios pies para desabotonar la camisa. — ...No invitamos a muchos, de mi parte solo son dos, los de mi esposa tampoco son demasiado invitados. -Explicó el griego. —Solo son los más cercanos. - Aún no estaba seguro de que los invitados se presentaran, desde hace un par de días ya debería haber llegado al pueblo; sin embargo, no todo estaba perdido, el cariño de aquellos habitantes era más que suficiente para los enamorados. -
No te preocupes, hijo, en lo que terminas de cambiarte, veré cómo van las empanadas. - La mujer salió con pasos lentos como era de costumbre hacia la cocina, los gritos y carcajadas de los niños se escuchaban desde lejos, las sábanas blancas sobre los tendederos bailaban con el viendo. — Por fin, se enseñó a despercudir la ropa, será una excelente esposa. - Susurró la mujer al ver las prendas sumamente blancas por la venta.
Yelena Antonov
La mujer siguió ajustando de algunas partes, ya estaba por completo, el color era neutro, la confección era inspirada en los trajes de gala griegos, para que el exmilitar no olvidara sus raíces. — Listo, estará terminado para mañana. - Explicó la mujer. — El vestido de Yelena ya está listo, mejoré el diseño, quiero que se una sorpresa para mi muchachita. - La mujer adoptó a la pequeña rubia como hija, ella misma le había confeccionado varias de las faldas y vestidos que usaba, así que no se lo dio a maliciar, sería su regalo de bodas. -
Gracias, Sra. no sé cómo pagarle lo espléndida que es con nosotros. - Aclaró Abel retirándose el saco del atuendo y llevándolo a los ganchos. —Debo agradecerle a usted y a su familia por las habitaciones de nuestros invitados, como pudo ver... - Realizó una pequeña pausa, dio media vuelta sobre sus propios pies para desabotonar la camisa. — ...No invitamos a muchos, de mi parte solo son dos, los de mi esposa tampoco son demasiado invitados. -Explicó el griego. —Solo son los más cercanos. - Aún no estaba seguro de que los invitados se presentaran, desde hace un par de días ya debería haber llegado al pueblo; sin embargo, no todo estaba perdido, el cariño de aquellos habitantes era más que suficiente para los enamorados. -
No te preocupes, hijo, en lo que terminas de cambiarte, veré cómo van las empanadas. - La mujer salió con pasos lentos como era de costumbre hacia la cocina, los gritos y carcajadas de los niños se escuchaban desde lejos, las sábanas blancas sobre los tendederos bailaban con el viendo. — Por fin, se enseñó a despercudir la ropa, será una excelente esposa. - Susurró la mujer al ver las prendas sumamente blancas por la venta.
Yelena Antonov
Voltea a tu derecha, muchacho. -Dijo con una voz sumamente dulce la Sra. Inés, al acomodar los alfileres en las partes más flojas del traje de Abel. — Creo que deberás de comer menos panes de los que hace Yelena, por poco el botón de la camisa sale volando. - El hombre solo se sonrojó a las palabras de la mayor, tenía que bajarles un poco a las harinas, pero era tan difícil con aquellos postres que su prometida hacía consecutivamente.
La mujer siguió ajustando de algunas partes, ya estaba por completo, el color era neutro, la confección era inspirada en los trajes de gala griegos, para que el exmilitar no olvidara sus raíces. — Listo, estará terminado para mañana. - Explicó la mujer. — El vestido de Yelena ya está listo, mejoré el diseño, quiero que se una sorpresa para mi muchachita. - La mujer adoptó a la pequeña rubia como hija, ella misma le había confeccionado varias de las faldas y vestidos que usaba, así que no se lo dio a maliciar, sería su regalo de bodas. -
Gracias, Sra. no sé cómo pagarle lo espléndida que es con nosotros. - Aclaró Abel retirándose el saco del atuendo y llevándolo a los ganchos. —Debo agradecerle a usted y a su familia por las habitaciones de nuestros invitados, como pudo ver... - Realizó una pequeña pausa, dio media vuelta sobre sus propios pies para desabotonar la camisa. — ...No invitamos a muchos, de mi parte solo son dos, los de mi esposa tampoco son demasiado invitados. -Explicó el griego. —Solo son los más cercanos. - Aún no estaba seguro de que los invitados se presentaran, desde hace un par de días ya debería haber llegado al pueblo; sin embargo, no todo estaba perdido, el cariño de aquellos habitantes era más que suficiente para los enamorados. -
No te preocupes, hijo, en lo que terminas de cambiarte, veré cómo van las empanadas. - La mujer salió con pasos lentos como era de costumbre hacia la cocina, los gritos y carcajadas de los niños se escuchaban desde lejos, las sábanas blancas sobre los tendederos bailaban con el viendo. — Por fin, se enseñó a despercudir la ropa, será una excelente esposa. - Susurró la mujer al ver las prendas sumamente blancas por la venta.
[C0quette]
