¿𝐐𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐞𝐫𝐞𝐬?
La Fortaleza Roja era un lugar frío, incluso en las noches más cálidas de Desembarco del Rey. Rhaenyra se removió entre las sábanas de su lecho, incapaz de conciliar el sueño. A su lado, Laenor dormía con la despreocupación de quien no lleva sobre los hombros el peso de un reino. Ella suspiró y, con cuidado, se deslizó fuera de la cama. No tenía sentido seguir intentándolo.
Descalza, con solo un manto ligero sobre su camisón, salió de sus aposentos y recorrió los pasillos en penumbra. No temía ser vista. ¿Y qué si alguien la encontraba? Era la heredera al Trono de Hierro, pero en aquel momento no se sentía más que una prisionera en su propio hogar, atrapada en un matrimonio que solo existía en papel y deber.
El aire nocturno le acarició el rostro cuando finalmente salió a los patios. Caminó sin rumbo, guiada solo por el deseo de respirar, de sentirse libre por unos instantes. Entonces, al doblar una esquina, lo vio.
Un extraño se encontraba allí, envuelto en sombras, observándola con una intensidad que la hizo detenerse en seco. No era un guardia, ni un sirviente. Su porte no era el de un caballero de la corte, pero tampoco parecía un simple plebeyo. Sus ojos brillaban bajo la escasa luz de las antorchas, estudiándola como si la conociera.
Rhaenyra entrecerró los ojos, su corazón latiendo con un ritmo distinto al del simple temor.
—¿Quién eres? —preguntó, con la voz firme pero apenas un susurro en la quietud de la noche.
Descalza, con solo un manto ligero sobre su camisón, salió de sus aposentos y recorrió los pasillos en penumbra. No temía ser vista. ¿Y qué si alguien la encontraba? Era la heredera al Trono de Hierro, pero en aquel momento no se sentía más que una prisionera en su propio hogar, atrapada en un matrimonio que solo existía en papel y deber.
El aire nocturno le acarició el rostro cuando finalmente salió a los patios. Caminó sin rumbo, guiada solo por el deseo de respirar, de sentirse libre por unos instantes. Entonces, al doblar una esquina, lo vio.
Un extraño se encontraba allí, envuelto en sombras, observándola con una intensidad que la hizo detenerse en seco. No era un guardia, ni un sirviente. Su porte no era el de un caballero de la corte, pero tampoco parecía un simple plebeyo. Sus ojos brillaban bajo la escasa luz de las antorchas, estudiándola como si la conociera.
Rhaenyra entrecerró los ojos, su corazón latiendo con un ritmo distinto al del simple temor.
—¿Quién eres? —preguntó, con la voz firme pero apenas un susurro en la quietud de la noche.
La Fortaleza Roja era un lugar frío, incluso en las noches más cálidas de Desembarco del Rey. Rhaenyra se removió entre las sábanas de su lecho, incapaz de conciliar el sueño. A su lado, Laenor dormía con la despreocupación de quien no lleva sobre los hombros el peso de un reino. Ella suspiró y, con cuidado, se deslizó fuera de la cama. No tenía sentido seguir intentándolo.
Descalza, con solo un manto ligero sobre su camisón, salió de sus aposentos y recorrió los pasillos en penumbra. No temía ser vista. ¿Y qué si alguien la encontraba? Era la heredera al Trono de Hierro, pero en aquel momento no se sentía más que una prisionera en su propio hogar, atrapada en un matrimonio que solo existía en papel y deber.
El aire nocturno le acarició el rostro cuando finalmente salió a los patios. Caminó sin rumbo, guiada solo por el deseo de respirar, de sentirse libre por unos instantes. Entonces, al doblar una esquina, lo vio.
Un extraño se encontraba allí, envuelto en sombras, observándola con una intensidad que la hizo detenerse en seco. No era un guardia, ni un sirviente. Su porte no era el de un caballero de la corte, pero tampoco parecía un simple plebeyo. Sus ojos brillaban bajo la escasa luz de las antorchas, estudiándola como si la conociera.
Rhaenyra entrecerró los ojos, su corazón latiendo con un ritmo distinto al del simple temor.
—¿Quién eres? —preguntó, con la voz firme pero apenas un susurro en la quietud de la noche.
Tipo
Individual
Líneas
20
Estado
Disponible
0
turnos
0
maullidos
308 vistas