Desde aquel hecho trágico, Natasha nunca había sentido la necesidad de salir, de ir por un café o tan siquiera de tomar algo de aire.

Pero luego de que su amiga la haya invitado a aquel bar, Natasha no lo pudo evitar. Al fin y al cabo era su amiga del alma, alguien en quien confiar, alguien con quien desahogarse.

Los segundos se convierten en minutos y los minutos se convierten en dos horas. Dos horas sin dar respuesta, sin dar aviso alguno. - Tiene que llegar... - Suspira con un notable estrés en su voz luego de darle un sorbo a su limonada.