El día era cálido y la brisa de la presa soplaba con fuerza, pero nada de eso importaba para Alex, mejor conocido como *Crimson Thunder*. tenía un pequeño problema que resolver antes de preocuparse por el clima: una pila de explosivos pegados a la estructura de la presa.
—Bueno, bueno… parece que alguien quiere convertir la ciudad en un parque acuático —murmuró, inclinándose para examinar las cargas—. Y sin avisarme, qué descortés.
Su comunicador zumbó en su oído.
—*Crimson, ¿qué estás viendo?* —preguntó la voz preocupada de su compañero en la central.
—Pues… mucho C4 y cables que no quiero tocar a lo loco. Ah, y un tipo con mala actitud acercándose con un rifle. Dame un segundito.
Antes de que el mercenario pudiera apuntar, Crimson desapareció en un destello rojo y dorado. Un golpe veloz en la nuca y el tipo cayó de bruces.
Volvió su atención a los explosivos. No tenía tiempo de desactivarlos manualmente sin riesgo, y algo le decía que quien planeó esto tenía un detonador en la mano en algún lugar cercano.
—Si fuera un lunático con planes de volar una presa… ¿dónde me escondería?
Activó su súper velocidad y corrió por el perímetro, revisando cada rincón en cuestión de segundos. Finalmente, en un vehículo negro estacionado a 200 metros, vio a un hombre con un teléfono en la mano y cara de “estoy a punto de hacer algo malo”.
Crimson frenó en seco junto a la ventana y tocó el cristal con una sonrisa.
—Hola, vecino. ¿Te importaría prestarme ese teléfono?
El hombre gritó, pero antes de poder reaccionar, Alex ya le había arrebatado el dispositivo y lo sostenía con una ceja arqueada.
—Ohhh, mira eso. “Detonación remota activada en… 10 segundos”. Suena importante.
Sin perder tiempo, corrió de vuelta a la presa y usó su velocidad para arrancar todos los detonadores en una fracción de segundo. Justo cuando el reloj llegó a cero… nada pasó.
Alex dejó escapar un suspiro exagerado y sonrió.
—Ahhh, me encanta cuando las cosas salen bien.
Minutos después, la policía llegó al lugar, encontrando al mercenario atado con cinta adhesiva a su propio auto y la dinamita cuidadosamente apilada en un lado.
Crimson Thunder se estiró con satisfacción y saludó burlón desde una baranda.
—¡Tranquilos, muchachos! Ya hice la parte difícil. Ahora solo les toca arrestarlo y decir en las noticias que fui increíble.
Y con un destello de luz roja y dorada, desapareció en la noche, dejando tras de sí un viento fuerte y un desastre evitado.
—Bueno, bueno… parece que alguien quiere convertir la ciudad en un parque acuático —murmuró, inclinándose para examinar las cargas—. Y sin avisarme, qué descortés.
Su comunicador zumbó en su oído.
—*Crimson, ¿qué estás viendo?* —preguntó la voz preocupada de su compañero en la central.
—Pues… mucho C4 y cables que no quiero tocar a lo loco. Ah, y un tipo con mala actitud acercándose con un rifle. Dame un segundito.
Antes de que el mercenario pudiera apuntar, Crimson desapareció en un destello rojo y dorado. Un golpe veloz en la nuca y el tipo cayó de bruces.
Volvió su atención a los explosivos. No tenía tiempo de desactivarlos manualmente sin riesgo, y algo le decía que quien planeó esto tenía un detonador en la mano en algún lugar cercano.
—Si fuera un lunático con planes de volar una presa… ¿dónde me escondería?
Activó su súper velocidad y corrió por el perímetro, revisando cada rincón en cuestión de segundos. Finalmente, en un vehículo negro estacionado a 200 metros, vio a un hombre con un teléfono en la mano y cara de “estoy a punto de hacer algo malo”.
Crimson frenó en seco junto a la ventana y tocó el cristal con una sonrisa.
—Hola, vecino. ¿Te importaría prestarme ese teléfono?
El hombre gritó, pero antes de poder reaccionar, Alex ya le había arrebatado el dispositivo y lo sostenía con una ceja arqueada.
—Ohhh, mira eso. “Detonación remota activada en… 10 segundos”. Suena importante.
Sin perder tiempo, corrió de vuelta a la presa y usó su velocidad para arrancar todos los detonadores en una fracción de segundo. Justo cuando el reloj llegó a cero… nada pasó.
Alex dejó escapar un suspiro exagerado y sonrió.
—Ahhh, me encanta cuando las cosas salen bien.
Minutos después, la policía llegó al lugar, encontrando al mercenario atado con cinta adhesiva a su propio auto y la dinamita cuidadosamente apilada en un lado.
Crimson Thunder se estiró con satisfacción y saludó burlón desde una baranda.
—¡Tranquilos, muchachos! Ya hice la parte difícil. Ahora solo les toca arrestarlo y decir en las noticias que fui increíble.
Y con un destello de luz roja y dorada, desapareció en la noche, dejando tras de sí un viento fuerte y un desastre evitado.
El día era cálido y la brisa de la presa soplaba con fuerza, pero nada de eso importaba para Alex, mejor conocido como *Crimson Thunder*. tenía un pequeño problema que resolver antes de preocuparse por el clima: una pila de explosivos pegados a la estructura de la presa.
—Bueno, bueno… parece que alguien quiere convertir la ciudad en un parque acuático —murmuró, inclinándose para examinar las cargas—. Y sin avisarme, qué descortés.
Su comunicador zumbó en su oído.
—*Crimson, ¿qué estás viendo?* —preguntó la voz preocupada de su compañero en la central.
—Pues… mucho C4 y cables que no quiero tocar a lo loco. Ah, y un tipo con mala actitud acercándose con un rifle. Dame un segundito.
Antes de que el mercenario pudiera apuntar, Crimson desapareció en un destello rojo y dorado. Un golpe veloz en la nuca y el tipo cayó de bruces.
Volvió su atención a los explosivos. No tenía tiempo de desactivarlos manualmente sin riesgo, y algo le decía que quien planeó esto tenía un detonador en la mano en algún lugar cercano.
—Si fuera un lunático con planes de volar una presa… ¿dónde me escondería?
Activó su súper velocidad y corrió por el perímetro, revisando cada rincón en cuestión de segundos. Finalmente, en un vehículo negro estacionado a 200 metros, vio a un hombre con un teléfono en la mano y cara de “estoy a punto de hacer algo malo”.
Crimson frenó en seco junto a la ventana y tocó el cristal con una sonrisa.
—Hola, vecino. ¿Te importaría prestarme ese teléfono?
El hombre gritó, pero antes de poder reaccionar, Alex ya le había arrebatado el dispositivo y lo sostenía con una ceja arqueada.
—Ohhh, mira eso. “Detonación remota activada en… 10 segundos”. Suena importante.
Sin perder tiempo, corrió de vuelta a la presa y usó su velocidad para arrancar todos los detonadores en una fracción de segundo. Justo cuando el reloj llegó a cero… nada pasó.
Alex dejó escapar un suspiro exagerado y sonrió.
—Ahhh, me encanta cuando las cosas salen bien.
Minutos después, la policía llegó al lugar, encontrando al mercenario atado con cinta adhesiva a su propio auto y la dinamita cuidadosamente apilada en un lado.
Crimson Thunder se estiró con satisfacción y saludó burlón desde una baranda.
—¡Tranquilos, muchachos! Ya hice la parte difícil. Ahora solo les toca arrestarlo y decir en las noticias que fui increíble.
Y con un destello de luz roja y dorada, desapareció en la noche, dejando tras de sí un viento fuerte y un desastre evitado.
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