Jimoto avanzaba por la carretera, con su chaqueta al hombro y una sonrisa confiada en el rostro. Había dejado atrás el bullicio de la última ciudad y ahora se acercaba a un nuevo destino. Cuando cruzó la colina, la vio: una ciudad resplandeciente bajo la luz del atardecer, con edificios de arquitectura elegante, calles limpias y parques rebosantes de vegetación.

—Vaya… esto sí que es un cambio.

No tardó en adentrarse en la ciudad, donde el ambiente era tranquilo y acogedor. Sin embargo, no todo era paz. Bastaron un par de horas antes de que algo llamara su atención: un intento de asalto en una calle comercial. Jimoto no dudó en intervenir.

**Gran Saiyaman Omega entró en acción.**

Saltó desde un edificio y aterrizó entre los criminales y sus víctimas. Con movimientos precisos, desarmó a los agresores y los dejó inconscientes antes de que pudieran reaccionar. Cuando todo terminó, cruzó los brazos con orgullo mientras la gente lo observaba con asombro.

—¡No teman, ciudadanos! ¡Gran Saiyaman Omega protege esta ciudad!

Algunos lo aplaudieron, otros simplemente se quedaron en silencio. Jimoto sintió la vergüenza ajena en el aire, pero no le importó. Una vez que la policía llegó, desapareció por los tejados.

Más tarde, ya sin su traje, decidió buscar un lugar donde descansar. Se encontró con una cafetería con terraza, perfecta para relajarse. Se pidió un café y se dejó caer en una silla, disfrutando de la brisa fresca.

Fue entonces cuando la vio.

A unos metros, en otra mesa, una joven tomaba tranquilamente su bebida, observando la ciudad con una expresión serena. Su cabello reflejaba la luz del atardecer, y sus ojos parecían analizar el mundo con una calma intrigante.

Jimoto parpadeó, sorprendido por la sensación repentina de que había algo especial en ella. No sabía qué era exactamente, pero su presencia le llamaba la atención.

Tomó un sorbo de su café y la observó de reojo.

—Interesante…
Jimoto avanzaba por la carretera, con su chaqueta al hombro y una sonrisa confiada en el rostro. Había dejado atrás el bullicio de la última ciudad y ahora se acercaba a un nuevo destino. Cuando cruzó la colina, la vio: una ciudad resplandeciente bajo la luz del atardecer, con edificios de arquitectura elegante, calles limpias y parques rebosantes de vegetación. —Vaya… esto sí que es un cambio. No tardó en adentrarse en la ciudad, donde el ambiente era tranquilo y acogedor. Sin embargo, no todo era paz. Bastaron un par de horas antes de que algo llamara su atención: un intento de asalto en una calle comercial. Jimoto no dudó en intervenir. **Gran Saiyaman Omega entró en acción.** Saltó desde un edificio y aterrizó entre los criminales y sus víctimas. Con movimientos precisos, desarmó a los agresores y los dejó inconscientes antes de que pudieran reaccionar. Cuando todo terminó, cruzó los brazos con orgullo mientras la gente lo observaba con asombro. —¡No teman, ciudadanos! ¡Gran Saiyaman Omega protege esta ciudad! Algunos lo aplaudieron, otros simplemente se quedaron en silencio. Jimoto sintió la vergüenza ajena en el aire, pero no le importó. Una vez que la policía llegó, desapareció por los tejados. Más tarde, ya sin su traje, decidió buscar un lugar donde descansar. Se encontró con una cafetería con terraza, perfecta para relajarse. Se pidió un café y se dejó caer en una silla, disfrutando de la brisa fresca. Fue entonces cuando la vio. A unos metros, en otra mesa, una joven tomaba tranquilamente su bebida, observando la ciudad con una expresión serena. Su cabello reflejaba la luz del atardecer, y sus ojos parecían analizar el mundo con una calma intrigante. Jimoto parpadeó, sorprendido por la sensación repentina de que había algo especial en ella. No sabía qué era exactamente, pero su presencia le llamaba la atención. Tomó un sorbo de su café y la observó de reojo. —Interesante…
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