Un nuevo comienzo
A la mañana siguiente, Miller despertó con el sonido del bullicio que provenía del área de emergencias. Afuera, se escuchaban pasos apresurados, voces entremezcladas de médicos y enfermeras, el chirrido de camillas en movimiento. Se removió ligeramente en su asiento, sintiendo la rigidez en su espalda por haber pasado la noche ahí. Aún sujetaba la mano de Eun-Woo, su agarre se había aflojado en algún momento, pero no la había soltado del todo. Levantó la vista y vio que su pareja aún dormía, su respiración tranquila. Sin embargo, antes de poder despertar del todo, una enfermera entró acompañada de un médico joven, listos para revisar su estado y hacer un ultrasonido rápido.
Miller apenas estaba conectando sus pensamientos cuando la imagen apareció en la pantalla. Fue un instante extraño, casi irreal. Allí, en ese pequeño monitor, pudo ver un diminuto bultito que, según el médico, era su bebé. Su bebé. Las palabras resonaron en su mente con una intensidad abrumadora. Fue como si un balde de agua helada lo despertara por completo, pero a diferencia de la noche anterior, esta vez la sensación fue diferente. Se sintió envuelto en una calidez indescriptible, una felicidad que no sabía que podía experimentar de esa forma. Mientras miraba la pantalla, unas cuantas lágrimas silenciosas comenzaron a rodar por su mejilla.
Valoraron el estado de Eun-Woo y, poco después del desayuno, se confirmó que estaba lo suficientemente estable para recibir el alta. Miller sintió alivio al escuchar la noticia, aunque su instinto protector se intensificó al instante. Era un buen momento para salir del hospital, especialmente porque Eun detestaba la comida de hospital, y ahora que podían ir a casa, se aseguraría de que descansara en un ambiente más cómodo. Para la cena, todo estaría en calma y podrían empezar a procesar lo que estaba ocurriendo con más tranquilidad.
—¿Estás bien? —le preguntaba Miller cada quince minutos, sin poder evitarlo. Ahora que era más consciente de que Eun llevaba a su hijo en su vientre, quería cuidarlo como un lobo protector. No iba a permitir que le faltara nada, y aunque Eun probablemente se hartaría de su preocupación excesiva, Miller no podía hacer otra cosa más que asegurarse de que todo estuviera en orden. Ahora tenía una nueva razón para luchar, y no pensaba fallarles.
Miller apenas estaba conectando sus pensamientos cuando la imagen apareció en la pantalla. Fue un instante extraño, casi irreal. Allí, en ese pequeño monitor, pudo ver un diminuto bultito que, según el médico, era su bebé. Su bebé. Las palabras resonaron en su mente con una intensidad abrumadora. Fue como si un balde de agua helada lo despertara por completo, pero a diferencia de la noche anterior, esta vez la sensación fue diferente. Se sintió envuelto en una calidez indescriptible, una felicidad que no sabía que podía experimentar de esa forma. Mientras miraba la pantalla, unas cuantas lágrimas silenciosas comenzaron a rodar por su mejilla.
Valoraron el estado de Eun-Woo y, poco después del desayuno, se confirmó que estaba lo suficientemente estable para recibir el alta. Miller sintió alivio al escuchar la noticia, aunque su instinto protector se intensificó al instante. Era un buen momento para salir del hospital, especialmente porque Eun detestaba la comida de hospital, y ahora que podían ir a casa, se aseguraría de que descansara en un ambiente más cómodo. Para la cena, todo estaría en calma y podrían empezar a procesar lo que estaba ocurriendo con más tranquilidad.
—¿Estás bien? —le preguntaba Miller cada quince minutos, sin poder evitarlo. Ahora que era más consciente de que Eun llevaba a su hijo en su vientre, quería cuidarlo como un lobo protector. No iba a permitir que le faltara nada, y aunque Eun probablemente se hartaría de su preocupación excesiva, Miller no podía hacer otra cosa más que asegurarse de que todo estuviera en orden. Ahora tenía una nueva razón para luchar, y no pensaba fallarles.
A la mañana siguiente, Miller despertó con el sonido del bullicio que provenía del área de emergencias. Afuera, se escuchaban pasos apresurados, voces entremezcladas de médicos y enfermeras, el chirrido de camillas en movimiento. Se removió ligeramente en su asiento, sintiendo la rigidez en su espalda por haber pasado la noche ahí. Aún sujetaba la mano de Eun-Woo, su agarre se había aflojado en algún momento, pero no la había soltado del todo. Levantó la vista y vio que su pareja aún dormía, su respiración tranquila. Sin embargo, antes de poder despertar del todo, una enfermera entró acompañada de un médico joven, listos para revisar su estado y hacer un ultrasonido rápido.
Miller apenas estaba conectando sus pensamientos cuando la imagen apareció en la pantalla. Fue un instante extraño, casi irreal. Allí, en ese pequeño monitor, pudo ver un diminuto bultito que, según el médico, era su bebé. Su bebé. Las palabras resonaron en su mente con una intensidad abrumadora. Fue como si un balde de agua helada lo despertara por completo, pero a diferencia de la noche anterior, esta vez la sensación fue diferente. Se sintió envuelto en una calidez indescriptible, una felicidad que no sabía que podía experimentar de esa forma. Mientras miraba la pantalla, unas cuantas lágrimas silenciosas comenzaron a rodar por su mejilla.
Valoraron el estado de Eun-Woo y, poco después del desayuno, se confirmó que estaba lo suficientemente estable para recibir el alta. Miller sintió alivio al escuchar la noticia, aunque su instinto protector se intensificó al instante. Era un buen momento para salir del hospital, especialmente porque Eun detestaba la comida de hospital, y ahora que podían ir a casa, se aseguraría de que descansara en un ambiente más cómodo. Para la cena, todo estaría en calma y podrían empezar a procesar lo que estaba ocurriendo con más tranquilidad.
—¿Estás bien? —le preguntaba Miller cada quince minutos, sin poder evitarlo. Ahora que era más consciente de que Eun llevaba a su hijo en su vientre, quería cuidarlo como un lobo protector. No iba a permitir que le faltara nada, y aunque Eun probablemente se hartaría de su preocupación excesiva, Miller no podía hacer otra cosa más que asegurarse de que todo estuviera en orden. Ahora tenía una nueva razón para luchar, y no pensaba fallarles.
Tipo
Individual
Líneas
20
Estado
Terminado
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