El rugido del motor rompía el silencio de la noche mientras el auto negro se deslizaba a toda velocidad por las calles iluminadas por faroles parpadeantes. Tres delincuentes reían en su interior, confiados en que habían dejado atrás a la policía.

Pero la justicia los alcanzaría pronto.

Desde lo alto de un edificio, una silueta se lanzó al vacío, cayendo con precisión sobre el techo del vehículo. La carrocería rechinó con el impacto y el conductor perdió el control por un instante.

—¡¿Qué fue eso?! —gritó uno de los delincuentes.

Antes de que pudieran reaccionar, una voz firme y heroica resonó desde el techo.

—¡Su paseo ha terminado, criminales! ¡Ríndanse ahora y nadie saldrá lastimado!

El conductor, en pánico, intentó sacudir al intruso girando el volante bruscamente, pero Gran Sayaman Omega se mantuvo firme. Con un movimiento preciso, golpeó el parabrisas con su puño, haciendo que se astillara al instante. Luego, con un salto ágil, aterrizó en el capó, su capa ondeando al viento.

—¡Por el bien de la ciudad, no puedo permitir que sigan huyendo!

Dio un poderoso golpe al capó, forzando el motor a detenerse con un estruendo. El auto patinó unos metros hasta chocar suavemente contra un poste. Los criminales intentaron salir tambaleándose, pero antes de que pudieran huir, el héroe aterrizó frente a ellos, con los brazos en jarras y una postura imponente.

—¡Se acabó, bribones! ¡Es hora de que enfrenten la justicia!

Los delincuentes, temblando, levantaron las manos mientras las sirenas de la policía se acercaban. Gran Sayaman Omega sonrió bajo la máscara. Otro día, otra victoria para la justicia.
El rugido del motor rompía el silencio de la noche mientras el auto negro se deslizaba a toda velocidad por las calles iluminadas por faroles parpadeantes. Tres delincuentes reían en su interior, confiados en que habían dejado atrás a la policía. Pero la justicia los alcanzaría pronto. Desde lo alto de un edificio, una silueta se lanzó al vacío, cayendo con precisión sobre el techo del vehículo. La carrocería rechinó con el impacto y el conductor perdió el control por un instante. —¡¿Qué fue eso?! —gritó uno de los delincuentes. Antes de que pudieran reaccionar, una voz firme y heroica resonó desde el techo. —¡Su paseo ha terminado, criminales! ¡Ríndanse ahora y nadie saldrá lastimado! El conductor, en pánico, intentó sacudir al intruso girando el volante bruscamente, pero Gran Sayaman Omega se mantuvo firme. Con un movimiento preciso, golpeó el parabrisas con su puño, haciendo que se astillara al instante. Luego, con un salto ágil, aterrizó en el capó, su capa ondeando al viento. —¡Por el bien de la ciudad, no puedo permitir que sigan huyendo! Dio un poderoso golpe al capó, forzando el motor a detenerse con un estruendo. El auto patinó unos metros hasta chocar suavemente contra un poste. Los criminales intentaron salir tambaleándose, pero antes de que pudieran huir, el héroe aterrizó frente a ellos, con los brazos en jarras y una postura imponente. —¡Se acabó, bribones! ¡Es hora de que enfrenten la justicia! Los delincuentes, temblando, levantaron las manos mientras las sirenas de la policía se acercaban. Gran Sayaman Omega sonrió bajo la máscara. Otro día, otra victoria para la justicia.
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