Última publicación del día//

El trono de obsidiana se sentía más frío que nunca. Luka se reclinó en él, tamborileando los dedos sobre el reposabrazos mientras observaba las llamas eternas del inframundo danzar a su alrededor. Su reino estaba intacto, su poder seguía siendo absoluto… y sin embargo, en su pecho, un vacío se extendía como una herida imposible de cerrar.

—Qué patético —murmuró para sí mismo, dejando escapar una risa seca—. El gran rey demonio, conquistador de mundos, temido por dioses y mortales… y aquí estoy, lamentándome como un simple humano.

Su voz resonó en la enorme sala del trono, pero nadie se atrevió a responder. Los sirvientes sabían cuándo su señor quería estar solo.

Luka cerró los ojos, exhalando lentamente. Recordaba cada discusión, cada vez que sus palabras fueron malinterpretadas, cada vez que su orgullo le impidió ceder. Siempre había pensado que el tiempo lo curaba todo, que su naturaleza inmortal le permitiría superar cualquier cosa. Pero no. No esta vez.

—Tal vez fui demasiado arrogante —admitió en voz baja, como si decirlo en alto hiciera la verdad menos dolorosa—. Tal vez… fui demasiado cruel.

Su puño se cerró con fuerza, haciendo crujir el metal de su guantelete. Pero no había nada que pudiera aplastar, ninguna amenaza que aniquilar para resolver esto. Había ganado todas las batallas… excepto la que realmente importaba.

—Tsk… Qué ironía —susurró, dejando caer la cabeza contra el respaldo del trono—. Si pudiera retroceder el tiempo…

No terminó la frase. ¿Para qué engañarse? El pasado estaba escrito en fuego y ceniza. Y el futuro… el futuro sería un infierno más solitario de lo que jamás imaginó.
Última publicación del día// El trono de obsidiana se sentía más frío que nunca. Luka se reclinó en él, tamborileando los dedos sobre el reposabrazos mientras observaba las llamas eternas del inframundo danzar a su alrededor. Su reino estaba intacto, su poder seguía siendo absoluto… y sin embargo, en su pecho, un vacío se extendía como una herida imposible de cerrar. —Qué patético —murmuró para sí mismo, dejando escapar una risa seca—. El gran rey demonio, conquistador de mundos, temido por dioses y mortales… y aquí estoy, lamentándome como un simple humano. Su voz resonó en la enorme sala del trono, pero nadie se atrevió a responder. Los sirvientes sabían cuándo su señor quería estar solo. Luka cerró los ojos, exhalando lentamente. Recordaba cada discusión, cada vez que sus palabras fueron malinterpretadas, cada vez que su orgullo le impidió ceder. Siempre había pensado que el tiempo lo curaba todo, que su naturaleza inmortal le permitiría superar cualquier cosa. Pero no. No esta vez. —Tal vez fui demasiado arrogante —admitió en voz baja, como si decirlo en alto hiciera la verdad menos dolorosa—. Tal vez… fui demasiado cruel. Su puño se cerró con fuerza, haciendo crujir el metal de su guantelete. Pero no había nada que pudiera aplastar, ninguna amenaza que aniquilar para resolver esto. Había ganado todas las batallas… excepto la que realmente importaba. —Tsk… Qué ironía —susurró, dejando caer la cabeza contra el respaldo del trono—. Si pudiera retroceder el tiempo… No terminó la frase. ¿Para qué engañarse? El pasado estaba escrito en fuego y ceniza. Y el futuro… el futuro sería un infierno más solitario de lo que jamás imaginó.
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