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El aroma del desinfectante aún impregnaba la habitación. Takeru permanecía en silencio, sentado en el borde de la cama del cuarto de recuperación. Sus músculos todavía dolían, un recordatorio de la brutalidad del último combate. Pero el dolor no era lo que le preocupaba.

Su próximo oponente era Agito Kano, el Colmillo de Metsudo.

La mera mención de ese nombre le hacía apretar los puños. Kano no era un peleador común. No solo era el representante personal del presidente del Kengan, sino un monstruo con un dominio absoluto del combate. Había demostrado su superioridad en cada pelea, adaptándose, evolucionando en cuestión de segundos. Para vencerlo, Takeru no solo debía ser fuerte, debía ser perfecto.

Cerró los ojos. Su respiración se tornó más profunda. Repasó los movimientos de Kano en su mente: la facilidad con la que desmantelaba los estilos de sus oponentes, la manera en que absorbía técnicas ajenas como si fueran suyas, su brutalidad metódica. Enfrentar al Colmillo sería como pelear contra el abismo mismo.

Pero aún si lograba lo imposible y derrotaba a Kano, la guerra no terminaría ahí.

Del otro lado del torneo, el Bloque B estaba por decidir a su finalista. Y ambos contendientes eran igual de aterradores.

Gensai Kuroki. Un veterano con una técnica devastadora, una fuerza inhumana y la experiencia de un guerrero que había visto incontables batallas. Su técnica de la Lanza Demoníaca podía atravesar incluso las defensas más férreas. Era un hombre que no mostraba emoción ni piedad, alguien que solo veía el combate como un deber y la victoria como un resultado inevitable.

Ohma Tokita. El Demonio Asura. Un peleador que había demostrado una evolución monstruosa en cada ronda, además de practicar el estilo Niko, alguien con una voluntad inquebrantable y un crecimiento imparable. Su uso del Advance, una variación de la técnica posesión lo hacía un demonio en la arena, pero más allá de la técnica, lo que hacía a Ohma peligroso era su espíritu de lucha. No importaba cuántas veces cayera, siempre encontraba la forma de seguir adelante.

Takeru respiró hondo. Primero, Kano. Después… cualquiera que se interpusiera en su camino.

El torneo aún no había terminado. La peor parte estaba por venir.
--- El aroma del desinfectante aún impregnaba la habitación. Takeru permanecía en silencio, sentado en el borde de la cama del cuarto de recuperación. Sus músculos todavía dolían, un recordatorio de la brutalidad del último combate. Pero el dolor no era lo que le preocupaba. Su próximo oponente era Agito Kano, el Colmillo de Metsudo. La mera mención de ese nombre le hacía apretar los puños. Kano no era un peleador común. No solo era el representante personal del presidente del Kengan, sino un monstruo con un dominio absoluto del combate. Había demostrado su superioridad en cada pelea, adaptándose, evolucionando en cuestión de segundos. Para vencerlo, Takeru no solo debía ser fuerte, debía ser perfecto. Cerró los ojos. Su respiración se tornó más profunda. Repasó los movimientos de Kano en su mente: la facilidad con la que desmantelaba los estilos de sus oponentes, la manera en que absorbía técnicas ajenas como si fueran suyas, su brutalidad metódica. Enfrentar al Colmillo sería como pelear contra el abismo mismo. Pero aún si lograba lo imposible y derrotaba a Kano, la guerra no terminaría ahí. Del otro lado del torneo, el Bloque B estaba por decidir a su finalista. Y ambos contendientes eran igual de aterradores. Gensai Kuroki. Un veterano con una técnica devastadora, una fuerza inhumana y la experiencia de un guerrero que había visto incontables batallas. Su técnica de la Lanza Demoníaca podía atravesar incluso las defensas más férreas. Era un hombre que no mostraba emoción ni piedad, alguien que solo veía el combate como un deber y la victoria como un resultado inevitable. Ohma Tokita. El Demonio Asura. Un peleador que había demostrado una evolución monstruosa en cada ronda, además de practicar el estilo Niko, alguien con una voluntad inquebrantable y un crecimiento imparable. Su uso del Advance, una variación de la técnica posesión lo hacía un demonio en la arena, pero más allá de la técnica, lo que hacía a Ohma peligroso era su espíritu de lucha. No importaba cuántas veces cayera, siempre encontraba la forma de seguir adelante. Takeru respiró hondo. Primero, Kano. Después… cualquiera que se interpusiera en su camino. El torneo aún no había terminado. La peor parte estaba por venir.
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