Bodega del infierno
El aire en la bodega era denso, cargado del olor a sal, madera húmeda y el leve rastro de algo más rancio, más agrio. Quizás sangre. Quizás desesperación.
Galatea yacía en el suelo frío, sus escamas cubiertas por una tela vieja y áspera que no hacía más que recordarle su impotencia. La gruesa cadena de hierro mordía su piel con cada movimiento, y el sonido del metal contra la madera resonaba en la oscuridad cada vez que intentaba acomodarse. No había más luz que la que se filtraba a través de una rendija en la escotilla, apenas suficiente para trazar las sombras de los barriles apilados alrededor.
No sabía cuánto tiempo llevaba allí. Los días y las noches se mezclaban en una secuencia de hambre, sed y el miedo que nunca abandonaba su pecho. A veces, el barco se inclinaba con el vaivén de las olas, y por un instante su corazón latía con la ilusión de que el mar todavía la llamaba. Pero la madera y el hierro la mantenían atrapada, lejos de todo lo que conocía.
Encima de ella, los pasos pesados de los piratas retumbaban en la cubierta, risas ásperas y voces llenas de desdén. No podía verlos, pero sabía que estaban allí. Vigilándola. Esperando.
Y luego, el sonido que más temía: el chirrido de la puerta al abrirse.
La luz de un farol parpadeó en la penumbra, proyectando sombras alargadas contra los barriles. Unas botas resonaron en la madera con un ritmo lento, deliberado. Galatea no necesitaba alzar la vista para saber quién era.
El capitán.
Blackhart.
Y en su mirada, el mismo brillo cruel de siempre.
Se puede continuar en comentarios o en privado.
Galatea yacía en el suelo frío, sus escamas cubiertas por una tela vieja y áspera que no hacía más que recordarle su impotencia. La gruesa cadena de hierro mordía su piel con cada movimiento, y el sonido del metal contra la madera resonaba en la oscuridad cada vez que intentaba acomodarse. No había más luz que la que se filtraba a través de una rendija en la escotilla, apenas suficiente para trazar las sombras de los barriles apilados alrededor.
No sabía cuánto tiempo llevaba allí. Los días y las noches se mezclaban en una secuencia de hambre, sed y el miedo que nunca abandonaba su pecho. A veces, el barco se inclinaba con el vaivén de las olas, y por un instante su corazón latía con la ilusión de que el mar todavía la llamaba. Pero la madera y el hierro la mantenían atrapada, lejos de todo lo que conocía.
Encima de ella, los pasos pesados de los piratas retumbaban en la cubierta, risas ásperas y voces llenas de desdén. No podía verlos, pero sabía que estaban allí. Vigilándola. Esperando.
Y luego, el sonido que más temía: el chirrido de la puerta al abrirse.
La luz de un farol parpadeó en la penumbra, proyectando sombras alargadas contra los barriles. Unas botas resonaron en la madera con un ritmo lento, deliberado. Galatea no necesitaba alzar la vista para saber quién era.
El capitán.
Blackhart.
Y en su mirada, el mismo brillo cruel de siempre.
Se puede continuar en comentarios o en privado.
El aire en la bodega era denso, cargado del olor a sal, madera húmeda y el leve rastro de algo más rancio, más agrio. Quizás sangre. Quizás desesperación.
Galatea yacía en el suelo frío, sus escamas cubiertas por una tela vieja y áspera que no hacía más que recordarle su impotencia. La gruesa cadena de hierro mordía su piel con cada movimiento, y el sonido del metal contra la madera resonaba en la oscuridad cada vez que intentaba acomodarse. No había más luz que la que se filtraba a través de una rendija en la escotilla, apenas suficiente para trazar las sombras de los barriles apilados alrededor.
No sabía cuánto tiempo llevaba allí. Los días y las noches se mezclaban en una secuencia de hambre, sed y el miedo que nunca abandonaba su pecho. A veces, el barco se inclinaba con el vaivén de las olas, y por un instante su corazón latía con la ilusión de que el mar todavía la llamaba. Pero la madera y el hierro la mantenían atrapada, lejos de todo lo que conocía.
Encima de ella, los pasos pesados de los piratas retumbaban en la cubierta, risas ásperas y voces llenas de desdén. No podía verlos, pero sabía que estaban allí. Vigilándola. Esperando.
Y luego, el sonido que más temía: el chirrido de la puerta al abrirse.
La luz de un farol parpadeó en la penumbra, proyectando sombras alargadas contra los barriles. Unas botas resonaron en la madera con un ritmo lento, deliberado. Galatea no necesitaba alzar la vista para saber quién era.
El capitán.
Blackhart.
Y en su mirada, el mismo brillo cruel de siempre.
🪧 Se puede continuar en comentarios o en privado.
Tipo
Individual
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible

