Estaba frente al espejo terminando de ajustar mi capa blanca cuando escuché la voz de Reena al otro lado de la puerta.

No quería despedidas, no quería ver caras marcadas por la tristeza. Sentía que no había ningún motivo para ello y esa era la razón por la que había decidido levantarme temprano.

Era mi decisión, mi deseo y mi propósito seguir mi propio camino lejos del grupo. Y era mi único objetivo encontrar una cura a mi propio cuerpo. Ya no podía seguir siendo la quimera en la que Rezo me convirtió. Necesitaba volver a ser humano y volver a tener una vida de verdad.

Las palabras de mi bisabuelo Rezo donde me reveló que no había ninguna cura para mí revolotearon por mi mente. Estaba dispuesto a demostrar que Rezo había mentido o que, como mínimo, se había equivocado. Aunque fuera un gran hechicero, estos también se equivocan.

Sí tenía que haber una cura para mí.

Aún mirándome al espejo, el cual me devolvía el reflejo de un hombre de 25 años, de piel azulada y cabellos plateados, apreté mis manos en forma de puño. Intentaba así canalizar el oído que aún me despertaba Rezo y el oído que sentía también hacía mí mismo, hacia mi apariencia.

—Puedes pasar, Reena.

De algún modo agradecía que ella estuviera allí, pues podría dejar de pensar en Rezo durante unos minutos.

[Reena]
Estaba frente al espejo terminando de ajustar mi capa blanca cuando escuché la voz de Reena al otro lado de la puerta. No quería despedidas, no quería ver caras marcadas por la tristeza. Sentía que no había ningún motivo para ello y esa era la razón por la que había decidido levantarme temprano. Era mi decisión, mi deseo y mi propósito seguir mi propio camino lejos del grupo. Y era mi único objetivo encontrar una cura a mi propio cuerpo. Ya no podía seguir siendo la quimera en la que Rezo me convirtió. Necesitaba volver a ser humano y volver a tener una vida de verdad. Las palabras de mi bisabuelo Rezo donde me reveló que no había ninguna cura para mí revolotearon por mi mente. Estaba dispuesto a demostrar que Rezo había mentido o que, como mínimo, se había equivocado. Aunque fuera un gran hechicero, estos también se equivocan. Sí tenía que haber una cura para mí. Aún mirándome al espejo, el cual me devolvía el reflejo de un hombre de 25 años, de piel azulada y cabellos plateados, apreté mis manos en forma de puño. Intentaba así canalizar el oído que aún me despertaba Rezo y el oído que sentía también hacía mí mismo, hacia mi apariencia. —Puedes pasar, Reena. De algún modo agradecía que ella estuviera allí, pues podría dejar de pensar en Rezo durante unos minutos. [Reena]
Me encocora
1
0 turnos 0 maullidos 1111 vistas
Patrocinados
Patrocinados