❛ 𝙴ra complicado para él. Aún se le hacía difícil aceptar cómo había pasado de investigar y escribir sobre casos de gran relevancia, de aquellos que podían cambiar vidas, a resolver casos importantes, a limitarse a cubrir… ugh, problemas triviales de la gente. No lo malinterpreten, estaba seguro de que alguien, en algún rincón del mundo, se preocupaba genuinamente por el señor que había perdido a su gato y ahora no tenía ánimos de trabajar. Pero él simplemente no estaba hecho para ese tipo de historias. No le apasionaban, le resultaba patético lucrar con la tristeza de la gente.

❛ 𝙲laro, había un lado positivo: ahora tenía más tiempo para su hija. Eso, al menos, era algo que valía la pena.

❛ 𝙲on ese pensamiento en mente, se puso su mejor ropa, asegurándose de que cada prenda estuviera impecable. La apariencia importaba, especialmente en su línea de trabajo. Había conseguido una segunda entrevista para ese día, y si algo sabía con certeza, era que ser periodista implicaba ser persistente, incluso molesto. Insistir, insistir e insistir… hasta que al fin alguien cediera. Y lo había logrado. Una buena entrevista para su nueva columna "La gente de todos los días".

❛ 𝚂e sentó al otro lado de la mesa, encendiendo la grabadora de su teléfono con un movimiento automático. Entre sus manos sostenía una libreta con garabatos infantiles en las esquinas y un lápiz medio mordisqueado. Ah, esto sí que era emocionante.
Antes de empezar, acomodó su cabello rubio con un gesto rápido, quitandolo de su rostro y tomó un sorbo de café, dejando que la calidez de la bebida le diera un respiro. Luego, levantó la vista y sonrió, mostrando aquella expresión encantadora que había practicado tantas veces frente al espejo.

— ¡Bien! Antes que nada, muchas gracias por aceptar esta entrevista.

❛ 𝙼encionó con entusiasmo, aunque su mente divagara en otras direcciones. Era natural en esto. Había aprendido a modular su voz para generar confianza, a esbozar la sonrisa exacta que hacía que cualquier persona se sintiera cómoda con él. Apoyo una de sus manos sobre la mesa, y miro a la persona frente a él, esperando a que respondiera.

— Para empezar, me gustaría saber tu ocupación, nombre, edad… ¡cualquier detalle que quieras contarme! Soy todo oídos.
❛ 𝙴ra complicado para él. Aún se le hacía difícil aceptar cómo había pasado de investigar y escribir sobre casos de gran relevancia, de aquellos que podían cambiar vidas, a resolver casos importantes, a limitarse a cubrir… ugh, problemas triviales de la gente. No lo malinterpreten, estaba seguro de que alguien, en algún rincón del mundo, se preocupaba genuinamente por el señor que había perdido a su gato y ahora no tenía ánimos de trabajar. Pero él simplemente no estaba hecho para ese tipo de historias. No le apasionaban, le resultaba patético lucrar con la tristeza de la gente. ❛ 𝙲laro, había un lado positivo: ahora tenía más tiempo para su hija. Eso, al menos, era algo que valía la pena. ❛ 𝙲on ese pensamiento en mente, se puso su mejor ropa, asegurándose de que cada prenda estuviera impecable. La apariencia importaba, especialmente en su línea de trabajo. Había conseguido una segunda entrevista para ese día, y si algo sabía con certeza, era que ser periodista implicaba ser persistente, incluso molesto. Insistir, insistir e insistir… hasta que al fin alguien cediera. Y lo había logrado. Una buena entrevista para su nueva columna "La gente de todos los días". ❛ 𝚂e sentó al otro lado de la mesa, encendiendo la grabadora de su teléfono con un movimiento automático. Entre sus manos sostenía una libreta con garabatos infantiles en las esquinas y un lápiz medio mordisqueado. Ah, esto sí que era emocionante. Antes de empezar, acomodó su cabello rubio con un gesto rápido, quitandolo de su rostro y tomó un sorbo de café, dejando que la calidez de la bebida le diera un respiro. Luego, levantó la vista y sonrió, mostrando aquella expresión encantadora que había practicado tantas veces frente al espejo. — ¡Bien! Antes que nada, muchas gracias por aceptar esta entrevista. ❛ 𝙼encionó con entusiasmo, aunque su mente divagara en otras direcciones. Era natural en esto. Había aprendido a modular su voz para generar confianza, a esbozar la sonrisa exacta que hacía que cualquier persona se sintiera cómoda con él. Apoyo una de sus manos sobre la mesa, y miro a la persona frente a él, esperando a que respondiera. — Para empezar, me gustaría saber tu ocupación, nombre, edad… ¡cualquier detalle que quieras contarme! Soy todo oídos.
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