«Fibrosarcoma.

¿Sabes cómo se pesca a los calamares? Los viajes duran meses, incluso años. Los trabajadores siempre son gente pobre, enferma, ex-convictos, ancianos que no encuentran otro modo de sobrevivir; gente que ha sido marginada y olvidada. Solos en la mitad del oceáno, los extraños se convierten en familia.

No por gusto, claro. Es necesidad. La necesidad humana de tener algo de lo cual sostenerse cuando no hay nada más que oscuridad.

Oscuridad. ¿Hay mejor palabra para describir al mar por la noche. Un vacío insondable que te hace encarar cosas que no sabían que estaban dentro de ti. El calamar se pesca de noche, después de todo, cuando sus hábitos de caza y reproducción los acercan a la superficie.

"¿Qué los atrae?"

¿Nadie se había hecho antes esa pregunta? Los incandescentes faros del barco pesquero en medio de la penumbra deberían ser como los ojos de un monstruo para los calamares. ¿Puedes imaginarlo? ¿Ser uno de ellos, en tu elemento, en tu cotidianidad, y ser extraído por seres incomprensibles que irrumper en tu mundo desde lo incognoscible?

¿Qué los atrae? ¿Por qué no huyen al ver la luz? Nadie me respondió. Nadie lo sabía. A nadie le importaba.

El compuesto en la tinta del calamar es tóxico, pero sólo para ciertas células.

Es veneno.

Pero un veneno selectivo. Amable, casi. Las células de fibrosarcoma, una especie de tumor maligno, son especialmente suceptibles a los compuestos tóxicos de la tinta del calamar.

Esas células, y ninguna otra. Veneno que se vuelve cura.

¿Qué los atrae? ¿Qué es lo que encuentran tan atractivo de la luz, si tras ella sólo hay muerte y crueldad? De esa muerte, sin embargo, nace una esperanza, un veneno que no es veneno, sangre que no es sangre pero da vida de cualquier manera.

Tristeza. Fue la primera vez que sentí tristeza.»
«Fibrosarcoma. ¿Sabes cómo se pesca a los calamares? Los viajes duran meses, incluso años. Los trabajadores siempre son gente pobre, enferma, ex-convictos, ancianos que no encuentran otro modo de sobrevivir; gente que ha sido marginada y olvidada. Solos en la mitad del oceáno, los extraños se convierten en familia. No por gusto, claro. Es necesidad. La necesidad humana de tener algo de lo cual sostenerse cuando no hay nada más que oscuridad. Oscuridad. ¿Hay mejor palabra para describir al mar por la noche. Un vacío insondable que te hace encarar cosas que no sabían que estaban dentro de ti. El calamar se pesca de noche, después de todo, cuando sus hábitos de caza y reproducción los acercan a la superficie. "¿Qué los atrae?" ¿Nadie se había hecho antes esa pregunta? Los incandescentes faros del barco pesquero en medio de la penumbra deberían ser como los ojos de un monstruo para los calamares. ¿Puedes imaginarlo? ¿Ser uno de ellos, en tu elemento, en tu cotidianidad, y ser extraído por seres incomprensibles que irrumper en tu mundo desde lo incognoscible? ¿Qué los atrae? ¿Por qué no huyen al ver la luz? Nadie me respondió. Nadie lo sabía. A nadie le importaba. El compuesto en la tinta del calamar es tóxico, pero sólo para ciertas células. Es veneno. Pero un veneno selectivo. Amable, casi. Las células de fibrosarcoma, una especie de tumor maligno, son especialmente suceptibles a los compuestos tóxicos de la tinta del calamar. Esas células, y ninguna otra. Veneno que se vuelve cura. ¿Qué los atrae? ¿Qué es lo que encuentran tan atractivo de la luz, si tras ella sólo hay muerte y crueldad? De esa muerte, sin embargo, nace una esperanza, un veneno que no es veneno, sangre que no es sangre pero da vida de cualquier manera. Tristeza. Fue la primera vez que sentí tristeza.»
Me encocora
Me endiabla
Me entristece
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