Conociendo el día que era, Elettra se las ingenió para poder escabullirse del ensayo de ese día. Incluso se había atrevido a no ir a la misa del mediodía, con tal de poder preparar aquello que tenía en mente y que le había costado tanto organizar.
Tomó uno de los pasadizos más recónditos hasta la Mansión del Lago, donde esperaba poder encontrarse con su Fantasma. En su rostro, se podía percibir la emoción infantil de quien guarda una sorpresa y está ansiosa por desvelarla. Llevaba un objeto entre las manos, sin adornar ni envolver, de tal forma que parecería que no había nada que mostrar. Pero nada estaba más lejos de la realidad: la florentina llevaba entre sus manos un elaborado cuaderno de cuero y papel en el que había plasmado, con precisión milimétrica, un sinfín de pentagramas.
—Mio cuore...—lo llamó, apenas pudiendo contener la emoción.— ¡Feliz Cumpleaños!
Tomó uno de los pasadizos más recónditos hasta la Mansión del Lago, donde esperaba poder encontrarse con su Fantasma. En su rostro, se podía percibir la emoción infantil de quien guarda una sorpresa y está ansiosa por desvelarla. Llevaba un objeto entre las manos, sin adornar ni envolver, de tal forma que parecería que no había nada que mostrar. Pero nada estaba más lejos de la realidad: la florentina llevaba entre sus manos un elaborado cuaderno de cuero y papel en el que había plasmado, con precisión milimétrica, un sinfín de pentagramas.
—Mio cuore...—lo llamó, apenas pudiendo contener la emoción.— ¡Feliz Cumpleaños!
Conociendo el día que era, Elettra se las ingenió para poder escabullirse del ensayo de ese día. Incluso se había atrevido a no ir a la misa del mediodía, con tal de poder preparar aquello que tenía en mente y que le había costado tanto organizar.
Tomó uno de los pasadizos más recónditos hasta la Mansión del Lago, donde esperaba poder encontrarse con su Fantasma. En su rostro, se podía percibir la emoción infantil de quien guarda una sorpresa y está ansiosa por desvelarla. Llevaba un objeto entre las manos, sin adornar ni envolver, de tal forma que parecería que no había nada que mostrar. Pero nada estaba más lejos de la realidad: la florentina llevaba entre sus manos un elaborado cuaderno de cuero y papel en el que había plasmado, con precisión milimétrica, un sinfín de pentagramas.
—Mio cuore...—lo llamó, apenas pudiendo contener la emoción.— ¡Feliz Cumpleaños!
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