Normalmente Kazuo se despertaba al alba para hacer sus tareas matutinas en el templo, que no eran pocas. Él se encargaba de todo, siempre con buen animo y sin flaqueza. Amaba su hogar, y desde que lo compartía con Elizabeth sentía que aún brillaba más.

Pero esa mañana en el templo reinaba un silencio sepulcral. Kazuo aún no sé había levantado a causa del sueño. La altura del sol indicaba que estaban cerca del medio día, y aún así, el zorro seguía enredado entre las sabanas del futón.

Llevaba días sin dormir bien... La incógnita sobre el embarazo de su amada lo tenía preocupado. Lo que provocaba noches en vela, consumido por pensamientos rumiantes e incesantes. No es hasta que el cansancio llega al extremo que sus ojos se cierran al fin, otorgándole un descanso que no era suficiente; eso era más evidente.

Pronto iría al mundo de los espíritus. En busca de respuestas, o encontrar a quien pueda aportarle algo de luz a sus pesquisas.
Normalmente Kazuo se despertaba al alba para hacer sus tareas matutinas en el templo, que no eran pocas. Él se encargaba de todo, siempre con buen animo y sin flaqueza. Amaba su hogar, y desde que lo compartía con Elizabeth sentía que aún brillaba más. Pero esa mañana en el templo reinaba un silencio sepulcral. Kazuo aún no sé había levantado a causa del sueño. La altura del sol indicaba que estaban cerca del medio día, y aún así, el zorro seguía enredado entre las sabanas del futón. Llevaba días sin dormir bien... La incógnita sobre el embarazo de su amada lo tenía preocupado. Lo que provocaba noches en vela, consumido por pensamientos rumiantes e incesantes. No es hasta que el cansancio llega al extremo que sus ojos se cierran al fin, otorgándole un descanso que no era suficiente; eso era más evidente. Pronto iría al mundo de los espíritus. En busca de respuestas, o encontrar a quien pueda aportarle algo de luz a sus pesquisas.
Me encocora
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