Ella estaba allí, sentada en una de las sillas de la fila junto a la pared, con las manos entrelazadas sobre sus rodillas y la mirada perdida en el vacío.

No sabía cuánto tiempo había pasado desde que entró. Lo suficiente para que su té se enfriara sin haberle dado más de un sorbo. Lo suficiente para que el mundo a su alrededor se vaciara poco a poco, dejando solo mesas desocupadas y luces tenues que se reflejaban en el suelo húmedo.

No tenía a dónde ir.

Era una certeza fría, demoledora. Siempre había pensado que, al final del día, habría algún lugar al que regresar. Pero ahora, sentada allí, se dio cuenta de que no quedaba nadie esperándola, ninguna puerta abierta para recibirla, ninguna voz llamando su nombre.

—Disculpa… — La voz del camarero la sacó de sus pensamientos. Era un hombre joven, de expresión amable pero cansada. Se frotó la nuca, con una sonrisa un poco incómoda. —Estamos por cerrar—.

Ella parpadeó un par de veces antes de reaccionar. Asintió lentamente, como si procesar la información le tomara más tiempo del necesario.

—Sí… lo siento — murmuró, levantándose con movimientos mecánicos.
Ella estaba allí, sentada en una de las sillas de la fila junto a la pared, con las manos entrelazadas sobre sus rodillas y la mirada perdida en el vacío. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que entró. Lo suficiente para que su té se enfriara sin haberle dado más de un sorbo. Lo suficiente para que el mundo a su alrededor se vaciara poco a poco, dejando solo mesas desocupadas y luces tenues que se reflejaban en el suelo húmedo. No tenía a dónde ir. Era una certeza fría, demoledora. Siempre había pensado que, al final del día, habría algún lugar al que regresar. Pero ahora, sentada allí, se dio cuenta de que no quedaba nadie esperándola, ninguna puerta abierta para recibirla, ninguna voz llamando su nombre. —Disculpa… — La voz del camarero la sacó de sus pensamientos. Era un hombre joven, de expresión amable pero cansada. Se frotó la nuca, con una sonrisa un poco incómoda. —Estamos por cerrar—. Ella parpadeó un par de veces antes de reaccionar. Asintió lentamente, como si procesar la información le tomara más tiempo del necesario. —Sí… lo siento — murmuró, levantándose con movimientos mecánicos.
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