𝑳𝒂 𝑨𝒃𝒆𝒓𝒓𝒂𝒄𝒊𝒐́𝒏 𝒅𝒆 𝑪𝒂𝒔𝒕𝒍𝒆𝒃𝒐𝒖𝒓𝒏𝒆: 𝑬𝒍 «𝑩𝒊𝒄𝒉𝒐»
Fandom Fantasyverse, D&D, ESDLA, The Witcher, Sedminon
Categoría Fantasía
[ Puerta sur de la ciudad de Castlebourne, minutos después del amanecer. ]

Uno de los guardias más jóvenes, un tal Mark, se acercaba hacia la puerta sur con otro de los manojos de llaves. Ya había sospechas de que algo pasó la noche anterior al no acudir Huck y Biff al cuartelillo para reportar informe de ronda, pero fue a una hora tan tardía que no se hizo nada en el momento. El capitán Therlon se había enfadado, y con razón, al enterarse de la ausencia de dos de sus hombres sin acabar una ronda de guardia.

—Date prisa, niño. Que no he desayunao', y ya tengo hambruzo—espetó el compañero de Mark, un hombre de poco más de cuarenta años al que todos llamaban «Brownie», excepto los novatos—. Como mi mujer se mosquee por tu culpa, te pegas todo el día limpiando mierda de caballo.

—Sí, señor Brown—respondió apurado Mark.

—¡Para ti, jefe Brown!—volvió a espetarle—. Abre ya la puerta, ¡cojones!

El chaval se acercó a paso rápido hasta la puerta, buscando la llave para abrir la puerta más pequeña, enmarcada dentro del portón izquierdo. Pero de repente, en una mirada de soslayo, vio en el suelo un manojo de llaves idéntico al que llevaba. El chico se detuvo en su hacer, y recogió el manojo del suelo. El "jefe Brown" se acercó, gruñendo levemente mientras miraba por encima del hombro de Mark.

—¿Jefe Brown?

—Esto me huele mal. Quita, abro yo—respondió «Brownie», tomando las llaves que acababan de encontrar para abrir. El chico se apartó, dejando hacer a su superior, que abrió la puerta—. ¿Huck, Biff? ¿Estáis ahí? El capitán tiene un… Por Illyn.

—¿Jefe? ¿Qué…?—preguntó Mark, siguiendo a su superior de cerca y logrando vislumbrar aquella escena horrorosa. El chico quedó mudo de terror.

—Chaval, métete patadas en el culo y ve al cuartel. Avisa a todos—dijo «Brownie», tragando saliva—. Tenemos movida, y de las muy feas.

Mark no podía quitar la vista de lo que veía: dos de sus compañeros, bastante más mayores (de mitad de treintena) tendidos en el suelo, inmóviles. La cara de Biff, quien estaba más cerca de la puerta, era de terror y agonía puras. El chico no pudo soportar más, y dio un par de arcadas. «Brownie» se dio la vuelta, aún respirando nervioso, y le propinó una bofetada. Al segundo, lo agarró de su peto e hizo que le mirase. Mark vio los ojos del contrario humedecidos y algo rojizos.

—Qué te tengo dicho, piltrafa: ¡que a esto se le echa huevos, carácter! ¡No te quiebres, obedece mi orden!

—S-sí, jefe Brown…

—Así me gusta, chaval. Ve, ¡vamos, corre!

Y el guardia novato llamado Mark, con la cara abofeteada y todavía con una expresión de espanto, corrió calle arriba en busca del cuartel de la guardia. «Brownie» volvió a la puerta, agarrando con ambas manos los bordes de la abertura, y trató de mantener la mirada, respirando con dificultad.

Ese día, Castlebourne amanecía con una tragedia…


[ Puerta norte de la ciudad de Castlebourne, un rato después. ]

Un individuo bastante inusual se acercaba hacia la puerta norte. Allí, encontró algo inusual: en vez de uno o dos guardias, había el doble, unos cuatro, custodiando la mentada puerta. Cuando vieron al "extranjero", uno de aquel grupo se adelantó, permaneciendo los demás cerca de la puerta.

—Alto, amigo. El paso está restringido, órdenes del gobernador. Identificaos, y declarad con pruebas si tenéis asuntos que atender tras los muros. De lo contrario, no pasaréis.

[ritewitcher]
[ Puerta sur de la ciudad de Castlebourne, minutos después del amanecer. ] Uno de los guardias más jóvenes, un tal Mark, se acercaba hacia la puerta sur con otro de los manojos de llaves. Ya había sospechas de que algo pasó la noche anterior al no acudir Huck y Biff al cuartelillo para reportar informe de ronda, pero fue a una hora tan tardía que no se hizo nada en el momento. El capitán Therlon se había enfadado, y con razón, al enterarse de la ausencia de dos de sus hombres sin acabar una ronda de guardia. —Date prisa, niño. Que no he desayunao', y ya tengo hambruzo—espetó el compañero de Mark, un hombre de poco más de cuarenta años al que todos llamaban «Brownie», excepto los novatos—. Como mi mujer se mosquee por tu culpa, te pegas todo el día limpiando mierda de caballo. —Sí, señor Brown—respondió apurado Mark. —¡Para ti, jefe Brown!—volvió a espetarle—. Abre ya la puerta, ¡cojones! El chaval se acercó a paso rápido hasta la puerta, buscando la llave para abrir la puerta más pequeña, enmarcada dentro del portón izquierdo. Pero de repente, en una mirada de soslayo, vio en el suelo un manojo de llaves idéntico al que llevaba. El chico se detuvo en su hacer, y recogió el manojo del suelo. El "jefe Brown" se acercó, gruñendo levemente mientras miraba por encima del hombro de Mark. —¿Jefe Brown? —Esto me huele mal. Quita, abro yo—respondió «Brownie», tomando las llaves que acababan de encontrar para abrir. El chico se apartó, dejando hacer a su superior, que abrió la puerta—. ¿Huck, Biff? ¿Estáis ahí? El capitán tiene un… Por Illyn. —¿Jefe? ¿Qué…?—preguntó Mark, siguiendo a su superior de cerca y logrando vislumbrar aquella escena horrorosa. El chico quedó mudo de terror. —Chaval, métete patadas en el culo y ve al cuartel. Avisa a todos—dijo «Brownie», tragando saliva—. Tenemos movida, y de las muy feas. Mark no podía quitar la vista de lo que veía: dos de sus compañeros, bastante más mayores (de mitad de treintena) tendidos en el suelo, inmóviles. La cara de Biff, quien estaba más cerca de la puerta, era de terror y agonía puras. El chico no pudo soportar más, y dio un par de arcadas. «Brownie» se dio la vuelta, aún respirando nervioso, y le propinó una bofetada. Al segundo, lo agarró de su peto e hizo que le mirase. Mark vio los ojos del contrario humedecidos y algo rojizos. —Qué te tengo dicho, piltrafa: ¡que a esto se le echa huevos, carácter! ¡No te quiebres, obedece mi orden! —S-sí, jefe Brown… —Así me gusta, chaval. Ve, ¡vamos, corre! Y el guardia novato llamado Mark, con la cara abofeteada y todavía con una expresión de espanto, corrió calle arriba en busca del cuartel de la guardia. «Brownie» volvió a la puerta, agarrando con ambas manos los bordes de la abertura, y trató de mantener la mirada, respirando con dificultad. Ese día, Castlebourne amanecía con una tragedia… [ Puerta norte de la ciudad de Castlebourne, un rato después. ] Un individuo bastante inusual se acercaba hacia la puerta norte. Allí, encontró algo inusual: en vez de uno o dos guardias, había el doble, unos cuatro, custodiando la mentada puerta. Cuando vieron al "extranjero", uno de aquel grupo se adelantó, permaneciendo los demás cerca de la puerta. —Alto, amigo. El paso está restringido, órdenes del gobernador. Identificaos, y declarad con pruebas si tenéis asuntos que atender tras los muros. De lo contrario, no pasaréis. [ritewitcher]
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