El viento cálido de la sabana agitaba la melena de Simba mientras caminaba por la hierba alta. Sus patas dejaban huellas firmes en la tierra seca, y su mirada dorada recorría el horizonte. Había pasado mucho tiempo desde que había sentido la necesidad de patrullar en soledad, pero esa mañana algo lo inquietaba.
Cerca de un viejo baobab, se detuvo. El aire traía consigo un olor extraño: no era el de un depredador ni el de su manada, sino el de un forastero. Sus músculos se tensaron mientras avanzaba con cautela. Entre las sombras del árbol, un joven león de pelaje oscuro bebía agua de un charco.
Sabes que estas tierras ya tienen dueño.
dijo Simba con voz firme.
El joven alzó la cabeza, sus ojos claros reflejaban desafío, pero también algo más: cansancio. No era un intruso en busca de problemas, sino un viajero sin rumbo. Simba exhaló lentamente y, tras una pausa, añadió:
Si buscas descanso, hay sombra más adelante. Pero si buscas problemas… ya sabes la respuesta.
El forastero lo miró un instante más antes de asentir en silencio y alejarse. Simba lo observó marcharse hasta que se perdió en la lejanía.
Cerca de un viejo baobab, se detuvo. El aire traía consigo un olor extraño: no era el de un depredador ni el de su manada, sino el de un forastero. Sus músculos se tensaron mientras avanzaba con cautela. Entre las sombras del árbol, un joven león de pelaje oscuro bebía agua de un charco.
Sabes que estas tierras ya tienen dueño.
dijo Simba con voz firme.
El joven alzó la cabeza, sus ojos claros reflejaban desafío, pero también algo más: cansancio. No era un intruso en busca de problemas, sino un viajero sin rumbo. Simba exhaló lentamente y, tras una pausa, añadió:
Si buscas descanso, hay sombra más adelante. Pero si buscas problemas… ya sabes la respuesta.
El forastero lo miró un instante más antes de asentir en silencio y alejarse. Simba lo observó marcharse hasta que se perdió en la lejanía.
El viento cálido de la sabana agitaba la melena de Simba mientras caminaba por la hierba alta. Sus patas dejaban huellas firmes en la tierra seca, y su mirada dorada recorría el horizonte. Había pasado mucho tiempo desde que había sentido la necesidad de patrullar en soledad, pero esa mañana algo lo inquietaba.
Cerca de un viejo baobab, se detuvo. El aire traía consigo un olor extraño: no era el de un depredador ni el de su manada, sino el de un forastero. Sus músculos se tensaron mientras avanzaba con cautela. Entre las sombras del árbol, un joven león de pelaje oscuro bebía agua de un charco.
🗨️ Sabes que estas tierras ya tienen dueño.
dijo Simba con voz firme.
El joven alzó la cabeza, sus ojos claros reflejaban desafío, pero también algo más: cansancio. No era un intruso en busca de problemas, sino un viajero sin rumbo. Simba exhaló lentamente y, tras una pausa, añadió:
🗨️ Si buscas descanso, hay sombra más adelante. Pero si buscas problemas… ya sabes la respuesta.
El forastero lo miró un instante más antes de asentir en silencio y alejarse. Simba lo observó marcharse hasta que se perdió en la lejanía.