Si de algo carecía la pelirroja era paciencia.
Todas las cosas en su vida las empujaba forzándolas hasta su límite para obtener lo más pronto posible lo que quería, y siempre lo lograba; Así era, impetuosa por naturaleza como su elemento -el fuego- avasalladora, fugaz y agresiva ... hasta ahora.
La pequeña motita -bautizada así por Kazuo- con luz y magia propia tardaría meses en mostrarse al mundo.
Aún no nacía y ya le estaba enseñando a Elizabeth bases fundamentales, a regañadientes Liz estaba aprendiendo a esperar y a vivir con más pausas.
Desde que decidió finalmente seguir con la gestación empezó a diario a colgar del árbol contiguo al templo trozos de tela de la ropa que ya no le quedaba con nombres tentativos tanto de hombre como de mujer (puesto que aún no había certeza de que sería).
Por semanas cada día sin falta iba añadiendo un retazo, a veces no tenía nada escrito porque ningun nombre había venido a su mente, pero no dejaba de hacerlo por eso, se había transformado en casi un ritual sagrado, una forma de aplacar su ansiedad
Todas las cosas en su vida las empujaba forzándolas hasta su límite para obtener lo más pronto posible lo que quería, y siempre lo lograba; Así era, impetuosa por naturaleza como su elemento -el fuego- avasalladora, fugaz y agresiva ... hasta ahora.
La pequeña motita -bautizada así por Kazuo- con luz y magia propia tardaría meses en mostrarse al mundo.
Aún no nacía y ya le estaba enseñando a Elizabeth bases fundamentales, a regañadientes Liz estaba aprendiendo a esperar y a vivir con más pausas.
Desde que decidió finalmente seguir con la gestación empezó a diario a colgar del árbol contiguo al templo trozos de tela de la ropa que ya no le quedaba con nombres tentativos tanto de hombre como de mujer (puesto que aún no había certeza de que sería).
Por semanas cada día sin falta iba añadiendo un retazo, a veces no tenía nada escrito porque ningun nombre había venido a su mente, pero no dejaba de hacerlo por eso, se había transformado en casi un ritual sagrado, una forma de aplacar su ansiedad
Si de algo carecía la pelirroja era paciencia.
Todas las cosas en su vida las empujaba forzándolas hasta su límite para obtener lo más pronto posible lo que quería, y siempre lo lograba; Así era, impetuosa por naturaleza como su elemento -el fuego- avasalladora, fugaz y agresiva ... hasta ahora.
La pequeña motita -bautizada así por Kazuo- con luz y magia propia tardaría meses en mostrarse al mundo.
Aún no nacía y ya le estaba enseñando a Elizabeth bases fundamentales, a regañadientes Liz estaba aprendiendo a esperar y a vivir con más pausas.
Desde que decidió finalmente seguir con la gestación empezó a diario a colgar del árbol contiguo al templo trozos de tela de la ropa que ya no le quedaba con nombres tentativos tanto de hombre como de mujer (puesto que aún no había certeza de que sería).
Por semanas cada día sin falta iba añadiendo un retazo, a veces no tenía nada escrito porque ningun nombre había venido a su mente, pero no dejaba de hacerlo por eso, se había transformado en casi un ritual sagrado, una forma de aplacar su ansiedad