A altas horas de la noche, cuando el cielo se torna más oscuro y la presencia de las nubes impide que el brillo de la luna y estrellas gobiernen; todo estaba en completa quietud, salvo un destello intermitente en el claro del bosque, uno que se encendía y sucumbía con violencia en una danza digna de admirar.
Dardos de fuego se estrellaban contra la nieve que a su paso se transformaban en pozas de agua dejando entrever la hierba verde antes encapsulada.
El insomnio se habia apoderado de la pelirroja, sentía en su pecho una cuenta regresiva que no podía frenar, la ansiedad antigua enemiga se filtraba debajo de su piel volviéndola inquieta, no podía seguir acostada necesitaba liberar el hecatombe de energía acumulada, en silencio se levantó del futón que compartía con Kazuo y corrió descalza hacia afuera, no le importó la nieve congelada bajo sus pies
Ahí estaba Elizabeth con la respiración acelerada mientras se dejaba envolver por sus llamas las cuales dirigía en espiral ascendente para luego hacerlas precipitar sobre su objetivo, cada movimiento era certero y letal, como ella: la guerrera temeraria que arrastraba con su nombre mitos y leyendas de batallas pasadas.
Hace mucho que no entrenaba en solitario, una disciplina que antes tenía adquirida y cumplia diario a cabalidad ahora había quedado desplazada... hasta esta madrugada.
Dardos de fuego se estrellaban contra la nieve que a su paso se transformaban en pozas de agua dejando entrever la hierba verde antes encapsulada.
El insomnio se habia apoderado de la pelirroja, sentía en su pecho una cuenta regresiva que no podía frenar, la ansiedad antigua enemiga se filtraba debajo de su piel volviéndola inquieta, no podía seguir acostada necesitaba liberar el hecatombe de energía acumulada, en silencio se levantó del futón que compartía con Kazuo y corrió descalza hacia afuera, no le importó la nieve congelada bajo sus pies
Ahí estaba Elizabeth con la respiración acelerada mientras se dejaba envolver por sus llamas las cuales dirigía en espiral ascendente para luego hacerlas precipitar sobre su objetivo, cada movimiento era certero y letal, como ella: la guerrera temeraria que arrastraba con su nombre mitos y leyendas de batallas pasadas.
Hace mucho que no entrenaba en solitario, una disciplina que antes tenía adquirida y cumplia diario a cabalidad ahora había quedado desplazada... hasta esta madrugada.
A altas horas de la noche, cuando el cielo se torna más oscuro y la presencia de las nubes impide que el brillo de la luna y estrellas gobiernen; todo estaba en completa quietud, salvo un destello intermitente en el claro del bosque, uno que se encendía y sucumbía con violencia en una danza digna de admirar.
Dardos de fuego se estrellaban contra la nieve que a su paso se transformaban en pozas de agua dejando entrever la hierba verde antes encapsulada.
El insomnio se habia apoderado de la pelirroja, sentía en su pecho una cuenta regresiva que no podía frenar, la ansiedad antigua enemiga se filtraba debajo de su piel volviéndola inquieta, no podía seguir acostada necesitaba liberar el hecatombe de energía acumulada, en silencio se levantó del futón que compartía con Kazuo y corrió descalza hacia afuera, no le importó la nieve congelada bajo sus pies
Ahí estaba Elizabeth con la respiración acelerada mientras se dejaba envolver por sus llamas las cuales dirigía en espiral ascendente para luego hacerlas precipitar sobre su objetivo, cada movimiento era certero y letal, como ella: la guerrera temeraria que arrastraba con su nombre mitos y leyendas de batallas pasadas.
Hace mucho que no entrenaba en solitario, una disciplina que antes tenía adquirida y cumplia diario a cabalidad ahora había quedado desplazada... hasta esta madrugada.