Kazuo iba a aprovechar la tregua que la nieve había dado. Con un tiempo más despejado y cálido los animales del bosque salían de sus escondites para resguardarse del frío. El zorro lo sabía, así que iba a aprovecharlo a su favor.
No tardó en aparecer en el templo con un ciervo adulto entre sus fauces. Era en momentos como ese donde se podía apreciar realmente el descomunal tamaño de este.
Kazuo al ver a 𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆 en el porche, se dirigió hacia ella con el pecho inflado de orgullo, como si este fuera un pavo cortejando a su hembra. Dejó el cadáver en el suelo, frente al porche donde se encontraba ella.
El zorro movía sus nueve colas de lado a lado, una muestra inequívoca de lo feliz que se sentía por atender a su amada y madre de su futuro hijo o hija. No podía evitarlo, era puro instinto. En el fondo no dejaba de ser ese zorro salvaje, ese zorro que nació bajo la luz de la luna hace mil doscientos años.
No tardó en aparecer en el templo con un ciervo adulto entre sus fauces. Era en momentos como ese donde se podía apreciar realmente el descomunal tamaño de este.
Kazuo al ver a 𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆 en el porche, se dirigió hacia ella con el pecho inflado de orgullo, como si este fuera un pavo cortejando a su hembra. Dejó el cadáver en el suelo, frente al porche donde se encontraba ella.
El zorro movía sus nueve colas de lado a lado, una muestra inequívoca de lo feliz que se sentía por atender a su amada y madre de su futuro hijo o hija. No podía evitarlo, era puro instinto. En el fondo no dejaba de ser ese zorro salvaje, ese zorro que nació bajo la luz de la luna hace mil doscientos años.
Kazuo iba a aprovechar la tregua que la nieve había dado. Con un tiempo más despejado y cálido los animales del bosque salían de sus escondites para resguardarse del frío. El zorro lo sabía, así que iba a aprovecharlo a su favor.
No tardó en aparecer en el templo con un ciervo adulto entre sus fauces. Era en momentos como ese donde se podía apreciar realmente el descomunal tamaño de este.
Kazuo al ver a [Liz_bloodFlame] en el porche, se dirigió hacia ella con el pecho inflado de orgullo, como si este fuera un pavo cortejando a su hembra. Dejó el cadáver en el suelo, frente al porche donde se encontraba ella.
El zorro movía sus nueve colas de lado a lado, una muestra inequívoca de lo feliz que se sentía por atender a su amada y madre de su futuro hijo o hija. No podía evitarlo, era puro instinto. En el fondo no dejaba de ser ese zorro salvaje, ese zorro que nació bajo la luz de la luna hace mil doscientos años.

