Esa noche el zorro traspasó el umbral entre el reino mundano y el de los espíritus. Llegó a aquella ciudad que nunca dormía, con su anochecer eterno y siempre en festejo; la muerte no se lloraba, si no que se celebraba el comienzo de una nueva vida.

Este había decidido ir para buscar unas hierbas medicinales en un herbolario. Estas eran difíciles de encontrar en el mundo de los vivos, y no tenía ni la paciencia ni el tiempo para buscarlas. Usaría aquellas hierbas para hacer ungüentos calmantes; para el inchazon y dolor que sentía Elizabeth a causa del embarazo. Por ello era primordial encontrarlas cuanto antes.

El zorro caminaba por las calles de la forma más desapercibida posible; en su forma humana, cabellos negros y ropajes oscuros. Si paseaba en todo su esplendor plateado, lo estarían parando demasiadas veces para saludarlo o invitarlo a manjares. De aquella forma ahorraría tiempo para concentrarse en su tarea.

Esa noche el zorro traspasó el umbral entre el reino mundano y el de los espíritus. Llegó a aquella ciudad que nunca dormía, con su anochecer eterno y siempre en festejo; la muerte no se lloraba, si no que se celebraba el comienzo de una nueva vida. Este había decidido ir para buscar unas hierbas medicinales en un herbolario. Estas eran difíciles de encontrar en el mundo de los vivos, y no tenía ni la paciencia ni el tiempo para buscarlas. Usaría aquellas hierbas para hacer ungüentos calmantes; para el inchazon y dolor que sentía Elizabeth a causa del embarazo. Por ello era primordial encontrarlas cuanto antes. El zorro caminaba por las calles de la forma más desapercibida posible; en su forma humana, cabellos negros y ropajes oscuros. Si paseaba en todo su esplendor plateado, lo estarían parando demasiadas veces para saludarlo o invitarlo a manjares. De aquella forma ahorraría tiempo para concentrarse en su tarea.
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