—¡Es tan precioso que podría morir! ¡Lo quiero! Pero no puedo...

Susurró con pesar mientras abrazaba a un cachorro sin dueño que se había cruzado en su camino. Lo apretó suavemente contra su pecho, hundiendo el rostro en su pelaje grisáceo, tan esponjoso como algodón. La calidez del pequeño animal parecía aliviarle el alma por un instante.

Mientras lo sostenía entre sus brazos, pensaba en lo hermoso que sería tener una mascota. Pero no podía ignorar la realidad: su vida errante, sin un hogar fijo ni la estabilidad necesaria para cuidarlo, hacía imposible quedarse con él. A pesar de todo, se permitió disfrutar de ese breve momento.
—¡Es tan precioso que podría morir! ¡Lo quiero! Pero no puedo... Susurró con pesar mientras abrazaba a un cachorro sin dueño que se había cruzado en su camino. Lo apretó suavemente contra su pecho, hundiendo el rostro en su pelaje grisáceo, tan esponjoso como algodón. La calidez del pequeño animal parecía aliviarle el alma por un instante. Mientras lo sostenía entre sus brazos, pensaba en lo hermoso que sería tener una mascota. Pero no podía ignorar la realidad: su vida errante, sin un hogar fijo ni la estabilidad necesaria para cuidarlo, hacía imposible quedarse con él. A pesar de todo, se permitió disfrutar de ese breve momento.
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