Natasha se recostó en el taburete del bar, cerrando los ojos mientras el vino tinto se deslizaba suavemente por su garganta. La música jazz suave y el murmullo de las conversaciones en el fondo creaban un ambiente relajante, un refugio temporal de la tensión y el peligro que siempre parecían rodearla.


Por un momento, Natasha se permitió olvidar quién era y qué hacía. Se permitió ser simplemente una mujer, disfrutando de un vino y de la calma de la noche. Pero solo por un momento. La realidad siempre estaba al acecho, lista para reclamarla. Y Natasha lo sabía.
Natasha se recostó en el taburete del bar, cerrando los ojos mientras el vino tinto se deslizaba suavemente por su garganta. La música jazz suave y el murmullo de las conversaciones en el fondo creaban un ambiente relajante, un refugio temporal de la tensión y el peligro que siempre parecían rodearla. Por un momento, Natasha se permitió olvidar quién era y qué hacía. Se permitió ser simplemente una mujer, disfrutando de un vino y de la calma de la noche. Pero solo por un momento. La realidad siempre estaba al acecho, lista para reclamarla. Y Natasha lo sabía.
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