—Buena chica... Ahora que te has quitado la ropa, déjame a mi encargarme del resto, mereces una recompensa después de todo.

Aún con sus ropas puestas, el pelinegro se mantenía quieto viendo a la mujer que yacía delante de este, sin sus ropas, avergonzada y tapando su cuerpo con las manos.

De la sombra que cubría su rostro se lograba divisar una sonrisa corta, aprobando el hecho de que la chica se encontrara en tal situación.
—Buena chica... Ahora que te has quitado la ropa, déjame a mi encargarme del resto, mereces una recompensa después de todo. Aún con sus ropas puestas, el pelinegro se mantenía quieto viendo a la mujer que yacía delante de este, sin sus ropas, avergonzada y tapando su cuerpo con las manos. De la sombra que cubría su rostro se lograba divisar una sonrisa corta, aprobando el hecho de que la chica se encontrara en tal situación.
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