【¿𝐂𝐮á𝐧𝐭𝐚𝐬 𝐜𝐚𝐛𝐞𝐳𝐚𝐬 𝐝𝐞𝐛𝐞𝐧 𝐫𝐨𝐝𝐚𝐫 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐞𝐧𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐫 𝐚𝐥 𝐣𝐞𝐟𝐞 𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐭á 𝐦𝐚𝐟𝐢𝐚?】
En definitiva, no sabía qué le molestaba más: que nadie tuviera una respuesta clara sobre la ubicación de Kiev, o que los seis hombres que había entrenado personalmente para ser letales armas humanas estuvieran desperdiciando su tiempo tras una mujer que, tiempo atrás, había abandonado sin miramientos al ruso. Había dado la orden directa de que regresaran, pero ellos, siguiendo las instrucciones de Kiev, se mantenían firmes en su decisión de continuar la búsqueda. La desobediencia, por lealtad o no, comenzaba a socavar su ya frágil paciencia.
La situación era un desastre creciente. Apenas había logrado recuperarse del secuestro que había sufrido junto a Vanya, una experiencia que solo habían superado gracias a la intervención oportuna de Elisabetta. Al regresar, lo primero que hizo fue asegurarse de que Camile estuviera en buen estado, y también de que pusieran a Vanya en una habitación para descansar. Luego, se encerró con Rubí para ponerse al día con los asuntos pendientes, aunque las noticias que ella traía no hacían más que empeorar su ánimo.
Las malas noticias caían como una tormenta implacable, cada nuevo informe alimentando su frustración. El peso de las decisiones, El jodido padre de su amigo, Aleksander, la desobediencia de los hombres de Kiev y el caos generalizado hacían que su paciencia rozara peligrosamente el límite.
— Vuelvan a llamar... Si no regresan antes del anochecer, voy arrancarles la cabeza personalmente.
En definitiva, no sabía qué le molestaba más: que nadie tuviera una respuesta clara sobre la ubicación de Kiev, o que los seis hombres que había entrenado personalmente para ser letales armas humanas estuvieran desperdiciando su tiempo tras una mujer que, tiempo atrás, había abandonado sin miramientos al ruso. Había dado la orden directa de que regresaran, pero ellos, siguiendo las instrucciones de Kiev, se mantenían firmes en su decisión de continuar la búsqueda. La desobediencia, por lealtad o no, comenzaba a socavar su ya frágil paciencia.
La situación era un desastre creciente. Apenas había logrado recuperarse del secuestro que había sufrido junto a Vanya, una experiencia que solo habían superado gracias a la intervención oportuna de Elisabetta. Al regresar, lo primero que hizo fue asegurarse de que Camile estuviera en buen estado, y también de que pusieran a Vanya en una habitación para descansar. Luego, se encerró con Rubí para ponerse al día con los asuntos pendientes, aunque las noticias que ella traía no hacían más que empeorar su ánimo.
Las malas noticias caían como una tormenta implacable, cada nuevo informe alimentando su frustración. El peso de las decisiones, El jodido padre de su amigo, Aleksander, la desobediencia de los hombres de Kiev y el caos generalizado hacían que su paciencia rozara peligrosamente el límite.
— Vuelvan a llamar... Si no regresan antes del anochecer, voy arrancarles la cabeza personalmente.
【¿𝐂𝐮á𝐧𝐭𝐚𝐬 𝐜𝐚𝐛𝐞𝐳𝐚𝐬 𝐝𝐞𝐛𝐞𝐧 𝐫𝐨𝐝𝐚𝐫 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐞𝐧𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐫 𝐚𝐥 𝐣𝐞𝐟𝐞 𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐭á 𝐦𝐚𝐟𝐢𝐚?】
En definitiva, no sabía qué le molestaba más: que nadie tuviera una respuesta clara sobre la ubicación de Kiev, o que los seis hombres que había entrenado personalmente para ser letales armas humanas estuvieran desperdiciando su tiempo tras una mujer que, tiempo atrás, había abandonado sin miramientos al ruso. Había dado la orden directa de que regresaran, pero ellos, siguiendo las instrucciones de Kiev, se mantenían firmes en su decisión de continuar la búsqueda. La desobediencia, por lealtad o no, comenzaba a socavar su ya frágil paciencia.
La situación era un desastre creciente. Apenas había logrado recuperarse del secuestro que había sufrido junto a Vanya, una experiencia que solo habían superado gracias a la intervención oportuna de Elisabetta. Al regresar, lo primero que hizo fue asegurarse de que Camile estuviera en buen estado, y también de que pusieran a Vanya en una habitación para descansar. Luego, se encerró con Rubí para ponerse al día con los asuntos pendientes, aunque las noticias que ella traía no hacían más que empeorar su ánimo.
Las malas noticias caían como una tormenta implacable, cada nuevo informe alimentando su frustración. El peso de las decisiones, El jodido padre de su amigo, Aleksander, la desobediencia de los hombres de Kiev y el caos generalizado hacían que su paciencia rozara peligrosamente el límite.
— Vuelvan a llamar... Si no regresan antes del anochecer, voy arrancarles la cabeza personalmente.